En el Perú, hablar de cobre no es solo hablar de miner&...
El Congreso –mediante una abrumadora votación de 106 votos a favor, 3 en contra y 15 abstenciones– aprobó la ley que permite la devolución del 100% de los aportes a la ONP de las personas mayores de 65 años y que hayan aportado menos de 20 años. Igualmente estableció que se entregará una UIT a los afiliados activos e inactivos, y una bonificación de S/ 930 para los jubilados. En el Legislativo se ignoró olímpicamente que los congresistas no tienen iniciativa de gasto, según la Constitución.
El gran problema que no ve el Congreso es que no existe dinero para financiar estos desembolsos, porque el sistema de reparto en que se basa la ONP establece un fondo común que financian todos los trabajadores activos y que sirve para pagar las pensiones de los jubilados. Si se utilizaran los fondos aportados, los jubilados se quedarían sin pensiones. El dinero, entonces, debe salir de los recursos del fisco. Es decir, más gasto estatal en el preciso momento en que los yerros del Ejecutivo –en la contención de la pandemia, en la estrategia de reactivación y en la decisión de continuar expandiendo el gasto– explican que los economistas proyecten un déficit fiscal del 10% del PBI y un incremento de la deuda pública de otro 10% del PBI.
Según todos los estimados de los especialistas, la decisión del Congreso sobre la ONP demandará un desembolso de más de S/ 10,000 millones; una suma mayor al 1% del PBI. En otras palabras, el déficit crecerá en 1%. Pensar que, antes de la pandemia, hacia el 2021 se proyectaba un déficit solo de 1% del PBI. Hoy el Congreso incrementa ese hueco fiscal en el mismo monto, y el Perú ya puede imaginar la catástrofe de un déficit sobre los dos dígitos.
Con esta decisión queda en evidencia que el Ejecutivo y el Legislativo siguen en una feroz competencia para ganarse el favor del pueblo con medidas populistas e irresponsables que empiezan a desmoronar, ladrillo por ladrillo, el modelo económico y social construido en las últimas tres décadas.
Cuando empezó la pandemia el Perú era elogiado por la prensa internacional por su decisión temprana de decretar una cuarentena rígida, y también por la decisión de emprender un plan económico social para salvar la cadena de pagos y evitar una ola de quiebras de empresas. Se proyectaba que este plan iba a superar el 10% del PBI. Luego de los meses transcurridos, hoy la prensa internacional nos observa como la suma de todos los fracasos: una pandemia incontenible y una de las recesiones más graves del planeta.
Se proyecta que el PBI se desplomará en más de 15% mientras se pierden cerca de siete millones de empleos. Igualmente se pronostica que cerca del 30% de población caerá debajo de la línea de la pobreza, al menos transitoriamente. Entonces no solo se destruirá el tejido empresarial, el empleo, sino que el déficit y la deuda llegarán a los niveles aterradores de los años ochenta. ¿De qué sirve haber gastado tanto si el Perú aparece destruido, como después de una guerra convencional?
Los congresistas deberían entender que si no se financia el déficit fiscal se crea inflación e hiperinflación, tal como sucedió en el Perú en los ochenta y sucede hoy en la tragedia venezolana. Además existen proyectos que pretenden liquidar el sistema privado de pensiones para que todos los trabajadores del Perú dependan de una ONP; es decir, de un fondo común (no de una cuenta individual de las AFP) que se financie con el aporte de los trabajadores activos para pagar a los jubilados. Un sistema estatal que los políticos utilizarán y regalarán a voluntad, como si la riqueza o el valor se creará por decreto o ley. Nunca el Perú estuvo tan desamparado por su clase política como ahora. Terrible.
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