En el Perú, hablar de cobre no es solo hablar de miner&...
El populismo y la demagogia cabalgan sin reparos sobre el derrumbe de la economía –15% de caída del PBI para el 2020– y el aumento de pobreza. A fines de este año, el país sumará nueve millones de pobres; es decir, una tercera parte de la población padecerá esta lacra. Gracias al modelo económico, antes de la pandemia la pobreza se redujo del 60% de la población a solo 20%, y este flagelo social pudo haber disminuido mucho más –a cerca del 15%– si se hubiesen ejecutado la cartera de inversiones nacionales, sobre todo las relacionadas con la minería.
Al populista, en realidad, no le interesan los pobres ni el futuro del país. Lo único que cuenta es el aplauso de la semana, el posicionamiento para las próximas elecciones. De allí que ante el fracaso del Estado en la contención de la pandemia –por el colapso del sistema de salud y las políticas sanitarias– empieza a proponer controles de pensiones en educación y de precios de medicinas, así como el congelamiento de los intereses y de las obligaciones bancarias.
Pero el golpe maestro del populismo fue la herida de gravedad causada al sistema privado de pensiones, con el objeto de quebrar el modelo para imponer el sistema estatal de reparto (todos aportan a un fondo común con que se pagan las pensiones). De acuerdo a la historia de América Latina, en el sistema estatal de pensiones los políticos y burócratas son los dueños de los fondos de pensiones y suelen destinarlos a sus estrategias de clientelaje o a obras elefantiásicas que solo generan corrupción.
Apenas iniciada la pandemia, el Ejecutivo y el Congreso forcejearon disputándose el papel de “más dadivoso” con respecto al sistema privado de pensiones. Como las cuentas individuales solo le pertenecen al aportante –y no a los políticos– los populistas lograron en el Ejecutivo aprobar retiros hasta que el Congreso sancionó la norma que posibilitaba retirar el 25% del fondo de la cuenta individual, hasta S/ 12,000.
Los populistas y demagogos ignoraron que esta oleada de retiros podía descapitalizar el sistema privado, hasta en un 20% del fondo total, y afectar el futuro de las pensiones de los aportantes. Pero no solo a los dueños de las cuentas individuales, sino a toda la economía nacional. ¿Por qué hacemos estas afirmaciones tan categóricas? El fondo de las AFP hasta abril del presente año sumaba un fondo de S/ 154, 669 millones. Una suma que superaba el 20% del PBI –hasta antes de la pandemia– y, por lo tanto, el ahorro privado más grande de nuestra historia.
¿Cómo se había logrado ahorrar el 20% del PBI? Casi el 65% del total del fondo correspondía a la rentabilidad ganada por las AFP para los trabajadores, mediante inversiones nacionales y extranjeras. En otras palabras, solo el 35% ha sido aporte neto del trabajador. Es decir, que por cada S/ 100 que tiene el afiliado en su cuenta individual, S/ 65 proviene de la rentabilidad del sistema y S/ 35 del aporte directo. El populista y el demagogo ha puesto en peligro este modelo con las normas y leyes que fomentan la descapitalización, cabalgando sobre la desesperación que desata la profunda recesión.
Pero, ¿cómo se logra multiplicar casi milagrosamente el aporte en las cuentas individuales? A través del capitalismo popular, que subyace al modelo del sistema privado de pensiones y que los comunistas, colectivistas y populistas pretenden destruir. La rentabilidad de las cuentas individuales nace de las inversiones y los mercados.
Por ejemplo, del total del fondo del sistema privado de pensiones, el 42% se destina a fondos de inversiones, 38% de los cuales es extranjero y 3.4% nacional. Otro 25% del fondo se destina a proyectos de inversiones gubernamentales, de los cuales más de 23% es nacional y el 2% restante extranjero. Otro rubro interesante es el 13% del fondo que se destina a inversiones en instituciones financieras, de los cuales más de 11% se destina a entidades nacionales y el resto a extranjeras. Asimismo, el 3.55% del fondo total se invierte en industrias nacionales. De la misma manera, todas las inversiones en minería, hidrocarburos, vivienda, agua y retail son nacionales.
Como se aprecia con absoluta claridad, promover la descapitalización del sistema privado no solo es destruir la rentabilidad de las cuentas individuales, sino también empujar a la economía nacional al borde del abismo, por el volumen de inversiones comprometido en diferentes sectores. Pero sobre todo es pretender liquidar un modelo de capitalismo popular que debería formar parte de todas las tradiciones corporativas. Allí reside el terror del colectivista.
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