Arturo Valverde
Vi un molino
Cuando los lectores se quedan atrapados en la ficción
Don Miguel, eso de creerse caballero andante por andar leyendo libros de caballerías, como cuenta que le ocurrió al Quijote, es una experiencia que a todos los lectores nos ha tocado en carne propia cuando nos hemos sentido cautivados por una obra de valor literario.
Considero que, en esa categoría, deben incluirse a aquellos lectores convertidos por el poder de su imaginación en el mismísimo Melquíades de Cien años de soledad; a quienes se creen los Romeo y las Julietas de Shakespeare; los Sherlock Holmes de Conan Doyle. Y claro, don Miguel no faltará también quienes al despertarse cada mañana se juren a sí mismos los Quijotes y Sanchos Panza.
Que la lectura es un hábito provechoso, que leer contribuye a formar un espíritu crítico, son ideas bastantes difundidas y comentadas, más que el hecho de que leer una novela puede atraparte tanto que, al otro día, te den ganas de vivir esas mismas aventuras e historias, o salgas a la calle creyéndote uno de tus personajes favoritos.
La ama de la casa del Quijote tenía razón en que leer te impulsa a buscar aventuras por tus propios medios: “Estos malditos libros de caballerías que él tiene y suele leer tan de ordinario le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces, hablando entre sí, que quería hacerse caballero andante e irse a buscar las aventuras por esos mundos”.
Por otra parte, aquellos que prefieren mantenerse al margen de la experiencia novelesca, que rehúyen de los libros por considerarlos aburridos, que se niegan a vivir más de una vida, se privan a sí mismos de la asombrosa experiencia que nos brindan los libros.
Esos, preferirían hacer como la sobrina del Quijote, que preferiría echar al fuego todos sus libros: “Muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches, al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada, y andaba a cuchilladas con las paredes… y quemaran todos estos descomulgados libros, que tiene muchos que bien merecen ser abrasados, como si fuesen herejes”.
Por eso digo, don Miguel, que al Quijote le ocurrió lo que a muchos lectores nos ha tocado en alguna ocasión. Por dentro, nos gustaría ser todos esos Melquíades, Romeos, Julietas, Holmes… y tantos otros. Aunque, quién lo sabe, tal vez todos llevamos impreso en lo más hondo las cualidades de tan queridos y recordados personajes de las páginas de los libros. Mañana, tal vez, sea yo quien vea un molino de viento.
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