Carlos Rivera
Un fantasma recorre Arequipa
Una sátira contra los excesos y errores del progresismo
Damas, caballeros y caballeres. Amigos, amigas y amigues. Jóvenes de la generación Z, X, Y ,H ,Y , J. Camaradas igualitaristas, polpotianos, estalinistas y sancherrecistas. Cultísimos lectores de publicaciones de izquierda. Superdotados votantes de Pedro Castillo. Odiadores de Mario Vargas Llosa.
Antes de iniciar mi perorata debo pedir disculpas al amable auditorio porque los miembros de esta mesa machirula y heteropatriarcal hemos dejado en el clóset las camisas negras y olvidamos raparnos como los skinheads. Estamos tan despistados que hasta se nos pasó el saludo facho. Nuestra camorra cuida afuera los ferraris que exhibimos como buenos capitalistas para defendernos de cualquier loco tira piedra. Nos pintaron de racistas y solo somos unos cholos (además de un filósofo azangarino)mestizos y cosmopolitas que no piensan con la zurda.
En pocas palabras, hemos decepcionado a nuestra audiencia roja como las manzanas californianas que toda la semana teclearon en el fan page de la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa insultos a nuestras “sacrosantas” personalidades. Porque, estos ilustres camaradas, leen la mente, ostentan poderes telequinéticos, tienen más memoria que Irineo Funes del cuento de Jorge Luis Borges; saben más que Platón, Newton o Hawking y dominan algo más poderoso que el éter en el siglo XIX: la moralina. Son inquisidores de lo correcto, del buen decir, de la alta o baja inteligencia, del culto y lo inculto, de lo profano y sagrado. Conocen la piedra filosofal de la ciencia política la que no pudieron alcanzar ni Carl Schmitt, Norberto Bobbio o el pobre y olvidado Fukuyama (quien quiso avizorar el futuro de la historia desde su bolita de cristal pero acabó como consultor empresarial).
La izquierda, como los Thundercats, ve más allá de lo evidente. Pero, francamente, ya aburren con sus dicterios, su humor de cantina de medio pelo que provocaría un infarto al buen Groucho Marx. La superioridad moral que profesan y lo más importante: su incapacidad para entender la economía sin usar palabras como igualdad, redistribución o sus envidias contra el que se rompe el lomo y hace empresa. O sus conocidos resentimientos al que tiene fortuna, al que nació colorado, al que celebra el 12 de octubre, al que vive en San Isidro o Yanahuara. Todo les jode. Pero, cuando llegan al poder y fracasan, con pana y elegancia, culpan al sistema, al fujimorismo, a la derecha, al imperialismo, a Beto Ortiz, a Aldo Mariátegui, a Pedro Suarez Vertiz y hasta a la Tigresa del Oriente.
La izquierda no es constructiva y no hace más que parlotear, tomar una calle, romper unos vidrios y destrozar la vía pública creyendo que así generan pensamiento crítico. Viven de su vulgata populachera donde solo aceptan su pequeño mundo de utopías apocalípticas.
Aquí nos plantamos, aquí estamos dando batalla para que no nos aburran con sus cuentos de una igualdad totalitaria. Aquí les decimos: cuando quieran y cuando puedan.
*Discurso leído el 12 de noviembre en la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa durante la presentación del libro “Viva la libertad, carajo” de Juan Carlos Valdivia Cano.
















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