Felipe Tudela
Ucrania: ¿rusa o europea?
Un país muy importante tanto para Rusia como para la OTAN
Las tensiones entre Rusia, los EE.UU. y la OTAN siguen escalando, acercándose peligrosamente a una alerta roja. La concentración militar rusa cerca de Ucrania ha suscitado temores en Kiev de que Moscú la invada. Tanto el presidente ruso Vladimir Putin como los líderes europeos y de EE.UU. han subido el tono respecto a la crisis ucraniana.
La relación entre Rusia y Ucrania es muy íntima, al haber sido este último país parte de la Unión Soviética. Tras la caída de la URSS, Ucrania se independizó, quedando dividida entre quienes deseaban integrarse a Europa occidental y quienes querían estrechar lazos con Rusia. Estas tensiones estallarían con las manifestaciones del Euromaidán del 2013, provocando el derrocamiento del ex presidente prorruso Víctor Yanukóvich. Fue en este contexto que Rusia decidió intervenir Crimea.
El conflicto de Crimea estalló en 2014, debido a la declaración unilateral de independencia de la península y su posterior adhesión a Rusia mediante referéndum. Todo ello vigilado pacíficamente por los “hombres de verde”, tropas uniformadas y con pasamontañas, sin insignias nacionales o de grado visibles que los identificaran, silenciosas y absolutamente disciplinadas. ¿Rusos, milicianos o ucranianos prorrusos? Nunca se sabrá a ciencia cierta, si bien hay suposiciones.
Paralelamente, las regiones de Donetsk y Lugansk estaban controladas por milicias étnicas rusas de la zona, leales a Moscú. La población de Crimea es de alrededor de 2.28 millones de habitantes, de los cuales 65% son rusos, por lo que la región es de suma importancia para Rusia. Geopolíticamente, Crimea representa un puerto vital para Rusia, al estar habilitado todo el año, debido a que sus aguas no se congelan por el clima templado y subtropical imperante.
El puerto de Sebastopol alberga la principal base de la flota rusa en el mar Negro y representa para Rusia el acceso marítimo a las costas de países miembros de la OTAN en ese mar, así como la salida al Mediterraneo oriental, atravesanto el estrecho de los Dardanellos. La región es clave para Rusia, ya que por ella cruzan una parte de los gasoductos de la petrolera estatal Gazprom, que se conectan a países como Austria, Alemania, Francia, Italia, Hungría, Polonia, Grecia y Macedonia, entre otros.
Es por ello que Ucrania es tan importante tanto para Rusia como para la OTAN, dejando a ese país ante un dilema: el futuro europeo o el futuro euroasiático. Es así como Ucrania podría terminar convirtiéndose en un país europeo moderno, miembro de la UE –perjudicando a Rusia en el proceso–, o podría terminar como un Estado dentro de la esfera de influencia rusa.
En el corazón del conflicto se encuentran los acuerdos Minsk-1 y Minsk-2. Minsk-1 es importante porque fue la primera vez que Putin logró alejar a Ucrania del futuro europeo y acercarla más al futuro euroasiático. Buscando evitar más violencia, Ucrania acordó otorgar al Donbás, ocupado por los separatistas, un estatus especial por tres años, a cambio de un alto al fuego. Minsk-1 otorgó a la República Popular de Donetsk (DNR) y a la República Popular de Lugansk (LNR), respaldadas por Rusia, los derechos para establecer sus propias fuerzas policiales, nombrar jueces y fiscales y buscar la autodeterminación lingüística. Esencialmente, Minsk-1 le dio a las fuerzas prorrusas sus propios miniestados dentro de Ucrania.
Sin embargo, en febrero del 2015 se intensificaron los combates, llevando a las fuerzas rusas a tomar el centro de transporte de Debaltsevo. Esa vez Francia y Alemania negociaron el acuerdo Minsk-2, que le dio a Donbás un mayor estatus especial, a cambio de la promesa de un alto al fuego. El estatus especial de Donbás se consagró permanentemente en una nueva constitución ucraniana con sus propias milicias y apoyo financiero del gobierno central ucraniano.
Los acuerdos de Minsk restringen cualquier compromiso futuro de Ucrania con la OTAN. Rusia no aceptará nada menos que la aplicación de Minsk-2, y es improbable que Europa viole un tratado firmado por Francia y Alemania. Minsk-2 empuja a Ucrania hacia el futuro euroasiático por tres razones: a) Prevé un mini estado prorruso dentro de Ucrania, con el poder constitucional de limitar cualquier inclinación europea. b) Erosiona la noción de soberanía ucraniana, estableciendo que las fuerzas prorrusas en Donbás puedan tener su propio ejército, legitimando la interferencia rusa en los asuntos constitucionales ucranianos. Y, c) Garantiza la inestabilidad política en Ucrania, lo que terminaría facilitando el control de la región por parte de Rusia.
Esto nos lleva a las siguientes premisas: a) Cualquier compromiso futuro tendrá que ser consistente con Minsk-2, y, b) Minsk-2 implica un futuro euroasiático para Ucrania. Cualquier aplicación de los acuerdos de Minsk impulsará activamente a Ucrania hacia el futuro eurasiatico. Si la UE quiere garantizar a Ucrania un futuro europeo, debería hacer algo más que aplicar sanciones, las cuales han demostrado ser ineficaces. Pero por otro lado, Europa podría decidir que un conflicto armado por Ucrania es una imposibilidad, no solo por sus costos humanos y materiales, sino también porque Rusia es una gran potencia militar y nuclear. Como dijo Putin en el 2018, en caso de una guerra nuclear “los rusos irán al cielo como mártires”.
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