Pedro Corzo
¿Quo vadis, Colombia?
El incierto futuro del país bajo el gobierno de Petro

Visité Colombia hace unos días. Fue un viaje turístico y de familia, y pude apreciar que el gobierno no cuenta con muchas simpatías. Un número importante de los que dicen haber votado en contra del presidente Gustavo Petro cuestionan seriamente a los que lo eligieron; aún más, vi grafitis en históricas paredes que, entre otras críticas, le preguntaban al mandatario por qué el costo de la vida se había encarecido tanto.
Cuando viaje a Venezuela por el referendo revocatorio (2004), le dije a mis amigos venezolanos que tenía la percepción de que, con trampas o sin ellas, Hugo Chávez ganaría. Ahora me pregunto cómo Petro ganó las elecciones del pasado año, si la mayoría de las personas con las que conversé, en su casi totalidad desconocidas, me hablaron en su contra. A ello agrego que no aprecié miedo a las autoridades, ya que los individuos conversaban libremente.
La primera estancia fue en la fabulosa Cartagena de Indias. Es una ciudad cargada de contradicciones. Sus históricas murallas siempre me conmueven, pero lo que me impresionó gratamente, fue el progreso de la zona moderna denominada Bocagrande. Ojalá Gustavo Petro no se empecine en destruir el desarrollo alcanzado, como hicieron sus pares de Cuba, Venezuela y Nicaragua cuando tomaron el poder. El afán de estos sujetos por cercenar las libertades y acabar con los avances económicos y sociales es enfermizo y criminal.
Bocagrande –o el Miami del Sur, como algunos le dicen– es bello, vibrante y rico, con las playas más concurridas de esa parte del país. Aunque confieso que sigo prefiriendo la ciudad amurallada, con sus conventos, sus leyendas de aparecidos. Por cierto, nos dijo la asistenta de un bar que visitamos, que nunca se quedaría sola en ese lugar porque ya había pasado su susto. Por lo demás, las iglesias, edificios envejecidos, paseos en coche y su Castillo de San Felipe de Barajas, nos transportan en el tiempo.
La historia de esa parte de la ciudad es la de todo el hemisferio. De nuestras villas más emblemáticas de la época colonial, entre las que se distinguen al menos dos ciudades cubanas: La Habana y Trinidad. A propósito, nos dijo uno de los guías que un cubano fue considerado héroe en tiempos de la colonia, por su liderazgo en una insurrección.
En Cartagena, en uno de los restaurantes que almorzamos, tomé mi primera limonada de coco. Una verdadera fiesta al paladar. Allí, sin querer, irrumpió la política. La señora que nos atendió, al darse cuenta de que todos éramos cubanos, con excepción de mi esposa, hizo tronar su artillería contra el presidente. Describió cuánto había cambiado para peor la vida en la región, y los muchos temores sobre el futuro que agobiaban a la ciudadanía, tanto a ricos como pobres. Criticó el coqueteo presidencial con los grupos irregulares, incluidos los narcotraficantes, y el acercamiento a la dictadura de Nicolas Maduro.
La llegada a Medellín coincidió con la visita de Petro a Naciones Unidas, siendo lo más comentado el desaire de que fue objeto el mandatario. Pero incluso esto fue opacado por las acotaciones en contra del alcalde de la ciudad, Daniel Quintero, aliado del presidente. Quintero está señalado de haber forjado una fuerte alianza de negocios con venezolanos que se enriquecieron bajo las autocracias de Hugo Chávez y Nicolas Maduro. Un crudo reportaje del periódico El Colombiano describe un entramado de intereses que ofrece fundamentos para una investigación judicial y para que un electorado consciente, no vote por el candidato que apoya el actual regidor.
En la capital antioqueña, ante las renovadas críticas a Petro, pregunté nuevamente cómo había salido electo. La respuesta no me sorprendió, mis interlocutores afirmaron que fue el voto de los jóvenes, confiados en las promesas petristas, el que lo llevó al poder. Una pena, porque son mandatarios como los Castro, Chávez, Maduro, Daniel Ortega y Evo Morales, a mi juicio compañeros de viaje de Gustavo Petro, los que más dañan las posibilidades de alcanzar una sociedad como la que los déspotas prometen en sus discursos.
Le comenté a mis amigos Horacio y Consuelo Puertas que Colombia disfruta de espacios que en los estados castrochavistas ya no existen, que cuenta con una sociedad civil muy enérgica que será difícil aplastar. No obstante, les sugerí con gran respeto que no se podía ser negligentes porque “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”.
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