J. Eduardo Ponce Vivanco

Política exterior en un escenario turbulento

Por una diplomacia digna del Perú y de Torre Tagle

Política exterior en un escenario turbulento
J. Eduardo Ponce Vivanco
31 de octubre del 2019


Sudamérica no solo sufre una ola de violencia feroz, sino que procesa elecciones fraudulentas (Bolivia) y desestabilizadoras (Argentina). Es una situación compleja que nos obliga a revisar la posición del Perú en un entorno regional alterado y que coincide con una coyuntura interna de profunda incertidumbre, que podría alargarse hasta la instalación del gobierno que –para bien o para mal– los peruanos elegirán en 2021. En un cuadro tan problemático sería crucial revalorizar el activo profesional y apolítico de Torre Tagle para potenciar una política exterior ajustada a las circunstancias.  

El retorno del peronismo en Argentina ha cambiado de raíz la principal variable sudamericana: la relación entre Brasilia y Buenos Aires. El MERCOSUR ya resiente el impacto de las conflictivas declaraciones cambiadas entre Alberto Fernández y Bolsonaro, aderezadas por los comentarios del canciller brasileño y de Felipe Solá (voceado como su par rioplatense). El detonante ha sido la “redención” de Lula que Alberto y Cristina Fernández se han apresurado a reclamar, evidenciando que la enésima reencarnación del peronismo apostará por rescatar el “eje del mal” Venezuela-Cuba, al que quieren reforzar con la perpetuación de un Evo Morales radicalizado en Bolivia. Los Fernández no han demorado en proclamar su objetivo de restaurar y expandir el engendro “bolivariano” del Socialismo del Siglo XXI, en auxilio de dictaduras agónicas como la de Maduro. Se replantea pues, la amenaza neutralizada por los gobiernos que, en 2011, constituyeron la Alianza del Pacífico, un exitoso ensayo de integración moderna y dinámica que suscitó el interés de más de 50 países Observadores y seis Estados Asociados. La posterior gestación del Grupo de Lima (2017) para combatir la infección chavista se convirtió en un complemento democrático que añadió valor político a las acciones integradoras de la Alianza.  

El deterioro generalizado y los cambios derivados de la traumática caída del ex Presidente Kuczynski incidieron en la política exterior. No solo perdió prioridad, sino que ha sufrido mermas en un campo tan importante como los derechos humanos, cuya variable internacional –que exige una gestión intersectorial orientada por la diplomacia– cayó en los desorientados fueros del ex Ministro de Justicia, y ahora poderoso Premier, Vicente Zeballos. No puede ser otro el motivo del ostensible silencio del Perú en el Consejo Permanente de la OEA convocado para considerar el Informe de la Misión de Observadores electorales en Bolivia; un silencio concordante con el evasivo comentario del Presidente Vizcarra sobre el fraude de Morales, inconsistente con el espíritu del Grupo de Lima.

En una política exterior de Estado, los activos diplomáticos nacionales merecen continuidad y compromiso. Sin embargo, a pesar que la Alianza del Pacífico y el Grupo de Lima se gestaron en Torre Tagle, ambos han perdido prioridad y vigor precisamente cuando reaparece la misma plaga que combatieron con éxito. El aplauso de Cuba, Venezuela y Rusia al retorno peronista y al fraude boliviano anticipan confabulaciones regionales que alimentarán a la extrema izquierda peruana, a los gobernadores radicales del Sur y a los movimientos anti mineros que atentan contra el desarrollo nacional.

El desconcierto de los gobiernos de Ecuador y Chile frente a los levantamientos que los han sacudido, y el debilitamiento del oficialismo en Colombia por su derrota en las elecciones locales contrastan con una trascendental victoria parlamentaria de Bolsonaro: la  reforma del absurdo sistema de pensiones brasileño que era un inmenso lastre para la economía y el crecimiento de nuestro principal vecino sudamericano (que será más notorio por la crisis que el peronismo se encargará de agravar en Argentina).

En ese preocupante horizonte regional la mejor alternativa del Perú es una política exterior que fortalezca y vincule a los vecinos sudamericanos que miran al Pacífico y comparten la Amazonía. Debemos retomar el liderazgo en la defensa de la democracia representativa y el libre mercado, revigorizando el Grupo de Lima y la Alianza del Pacífico. Y deberíamos revitalizar la cooperación entre los países amazónicos vecinos, no solo para proteger el medio ambiente sino para proyectarnos juntos hacia la APEC (de la que Brasil, Colombia y Ecuador no son miembros), colocando al Perú como puente para vincularlos con esa importante organización del Asia Pacífico. ¿Por qué no comenzar ofreciendo a Lima como sede de la Cumbre-APEC que no podrá celebrarse en Chile?

Concentrar la preocupación diplomática en estos espacios de colaboración ayudaría a superar crisis políticas preocupantes, mediante esfuerzos internacionales ambiciosos y no conflictivos que, al mismo tiempo, ayudarían a contrarrestar el resurgimiento de los factores regionales perversos que reaparecen en las riberas atlántica y caribeña de América del Sur.

Es un desafío digno de la tradición profesional de Torre Tagle que situaría nuestra política exterior en el centro de una agenda gubernamental a la altura del Bicentenario de la República.

J. Eduardo Ponce Vivanco
31 de octubre del 2019

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