J. Eduardo Ponce Vivanco
Mentiras en la Cumbre de las Américas
La farsa de Los Ángeles
En el Perú leemos con asombro que el Presidente Pedro Castillo ha tenido el cinismo de afirmar en Los Ángeles que la Cumbre de las Américas “constituye (…), una vez más, una valiosa herramienta de gestión para pasar de las palabras a los hechos”.
Independientemente que lo sea –o no– a los peruanos nos resulta en extremo chocante que un presidente que es la antítesis de la “gestión” haya tenido las agallas de mencionar una noción que está en las antípodas del atolondrado quehacer de su gobierno. O se ha limitado a leer el obsecuente discurso que le han escrito sus asesores diplomáticos o no tiene idea de lo que significa ese concepto (o ambas cosas). Y dijo además que “la corrupción” es “uno de los problemas más extendidos, persistentes y dañinos en el hemisferio y en el mundo”.
¿Será posible que Castillo no se haya percatado todavía que la total ausencia de “gestión” y la incontenible “corrupción” son precisamente las principales características de su desastroso mandato?
Necesitaríamos una cadena de artículos para referirnos a la pandemia de las escandalosas corruptelas que padecemos y que se incrementan día a día, ante la estupefacción de todos los peruanos.
Pero el señor Castillo se extralimita pretendiendo que algún connacional instruido considere que sus desorientadas actividades diarias, sus discursos incomprensibles o las ferias ministeriales en que ha convertido a sus Consejos de Ministros Descentralizados, puedan pasar como ejemplos de gestión pública.
Las costosas caravanas ministeriales que, cual circos baratos, se pasean por las provincias no tienen nada que ver con la descentralización que el país requiere a gritos desde que Toledo nos dejó la parodia que disfrazó con ese nombre: una región por departamento, y legiones provincianas de burócratas, tan inútiles como corrompidos.
Eso es lo que explica que los bullangueros Consejos de Ministros Descentralizados no tengan actas (o las inventen a posteriori) pues resulta obvio que no se adoptan políticas ni decisiones que merezcan ser consignadas en documentos que formalicen las políticas y decisiones propias de una verdadera gestión de gobierno.
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