Silvana Pareja
Último año, última oportunidad
¿Puede el Congreso recuperar la confianza ciudadana?

El Congreso de la República del Perú ha iniciado su último año de funciones en medio de un panorama complejo, pero también cargado de oportunidades. Tras un quinquenio marcado por la fragmentación política, la desconfianza ciudadana y los constantes cuestionamientos a su labor, este tramo final representa más que un cierre institucional: es una oportunidad histórica para reconectar con el país y reivindicar la política como herramienta de servicio público.
En lugar de enfocarnos únicamente en los errores o carencias del Parlamento, que son reales y múltiples, vale la pena pensar en lo que todavía puede construirse. Porque más allá del juicio crítico, hay un país que necesita que sus instituciones funcionen, que recupere la fe en la representación y que vea señales claras de que la política también puede actuar con responsabilidad.
Es cierto que el Congreso peruano adolece de estructuras partidarias sólidas y que la lógica del voto preferencial ha acentuado el personalismo, debilitando los proyectos colectivos. Sin embargo, incluso en medio de esas limitaciones, los parlamentarios tienen en sus manos la posibilidad de actuar con altura, especialmente cuando el país se encuentra en un momento de incertidumbre social y política.
Este último año de gestión no tiene por qué ser una campaña encubierta ni un escenario de confrontación permanente. Al contrario, puede ser una etapa de madurez, donde prime el consenso, la escucha y la apuesta por una agenda legislativa centrada en lo esencial: reformas electorales que fortalezcan la democracia, medidas concretas para la transparencia, y leyes que respondan a problemas urgentes como la educación, la salud y la seguridad ciudadana.
Uno de los momentos clave de esta etapa será la elección de la nueva Mesa Directiva. En años electorales, este proceso suele estar teñido de intereses cruzados, pero también puede convertirse en una señal de apertura si se elige una directiva representativa, plural y comprometida con una conducción equilibrada. Una Mesa que priorice el diálogo por encima del cálculo político enviaría un mensaje potente de estabilidad institucional.
Los congresistas que aspiren a reelegirse tienen una gran oportunidad para demostrar que su compromiso con el país está por encima del oportunismo. Ya no se trata de discursos, sino de acciones concretas: legislar con rigor, fiscalizar con responsabilidad, evitar la demagogia, y sobre todo, no convertir al Parlamento en una plataforma de promoción personal financiada con recursos públicos.
El Perú necesita que su Congreso cierre este ciclo dejando algo más que estadísticas o polémicas. Necesita que quienes hoy ocupan curules comprendan que la historia no se escribe solo con votos ni con titulares, sino con decisiones que dejan huella. Todavía hay tiempo para corregir, para proponer, para escuchar. Y también para demostrar que, incluso en la etapa final, se puede actuar con sentido de país.
El Congreso tiene la oportunidad de no ser recordado por lo que no hizo, sino por cómo supo cerrar un ciclo difícil con dignidad y visión. Porque a veces, los últimos actos son los que verdaderamente definen una historia.
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