¿Orden, libertad y ley?

Hay una idea primigenia que tenemos cuando uno convive en sociedad y pasa a su vida adulta: la idea de la necesidad de un control o regulación en la sociedad. En las escuelas nos enseñan “educación cívica” (que muchas veces es idolatría al Estado, sin mayores fundamentos), nos dan las primeras ideas de lo que es ser un “ciudadano”: respetar las normas de tránsito, obedecer a la autoridad, pagar los impuestos, hacer lo que dice la ley, entre otras. En pocas palabras, hay una idea de “orden” en la sociedad y esta se da gracias a una “regulación” la cual está dada por diversos instrumentos sociales.

La idea de regular la sociedad siempre ha estado presente desde las épocas más primitivas de la civilización, desde las primeras tribus y clanes con sus jerarquías, pasando por la formación del estado con violencia y una estructura que este tenga, hasta la coerción social mediante la religión y el Estado. Modernamente se tuvo la idea de un “orden” en lo que era el kosmos, esto fue lo que nos trajo las revoluciones científicas póstumos al renacimiento: hay un orden en la naturaleza que actúa mecánicamente. Esta idea de “orden” natural se trató de imprimir en la sociedad mediante el instrumento de regulación social por excelencia: el derecho. Más aún, en la época de formación de los estados modernos (el cual no es más que el cambio de la figura del rey por la del Estado como se vio en la revolución francesa) el derecho iba a ser usado para regular cada aspecto de la vida del hombre. La esfera estatal, en comparación a la edad media, estaba cada vez más metida en la vida del hombre mediante el derecho.

Es así que la media de personas hoy en día tiene impreso una idea de orden y obediencia al estado y la regulación por medio del derecho. Sin embargo, pocas veces dicho orden se atreve a ser cuestionado de manera cuerda y racional.

Fue hace ya unos años que leía a Leoni por primera vez y rompía ciertos esquemas que tenía sobre la regulación mediante el derecho.

Leoni menciona algo cierto y sumamente olvidado hoy en día por los modernos libertarios y liberales: la protección de la libertad, en sentido práctico, no debe ser vista solo desde el aspecto económico y filosófico, sino también (y principalmente) desde el jurídico. 

Piénsese en nuestra economía social de mercado en el cual el Estado solo cumple un papel subsidiario. Económicamente crecemos, nos desarrollamos, se fomenta y protege la libertad de empresa. Resaltamos y estamos “bien” desde el punto de vista económico. Sin embargo, la normativa y regulación a la vida diaria y las trabas burocráticas siguen creciendo poco a poco: anualmente se emiten cerca de 20 mil normas legales.

Se ha generado en nuestro país (y en buena parte del mundo) lo que Leoni denomina como “hipertrofia legislativa”, un estado de cosas en el cual hay un sobre exceso de normativa y sobrerregulación (que para Leoni equivaldría al socialismo en su época) que suprime a la persona en sociedad y no deja gozar plenamente los derechos que ha ganado y se le han reconocido. ¿No es a lo que estamos acostumbrados o domados?

Locke decía hace más de 400 años que el fin de la ley no es suprimir, sino aumentar la libertad que ya tiene el hombre, pero pareciera que hoy en día el fin de la ley está siendo únicamente regular y controlar cada vez más los espacios humanos. Lo peor de la situación actual es que se cree que el derecho es la única manera de mantener el orden en sociedad.

La visión que se debería tener es que es el propio mercado (proceso de interrelación entre individuos guiados por sus intereses y por los precios) el encargado de dar un orden, y es el derecho el que debería tener una función subsidiaria, pues, el derecho no se debe tomar como sinónimo de autoridad de rígida. 

Quitarnos el arquetipo mental de que el derecho es lo único que da orden y autoridad es un primer paso para recuperar los espacios de libertad y goce de derechos que poco a poco se han ido perdiendo en los últimos tiempos.