J. Eduardo Ponce Vivanco
Nuevos escenarios del poder mundial
Tendencias que el Perú debe observar

La relación Colombia-EEUU ha tenido un enorme impulso en las conversaciones Duque-Trump. Lo declarado, lo insinuado y lo reservado sobre la temática de Venezuela y la ayuda humanitaria permiten anticipar el escenario y ampliar la mirada a otros ámbitos internacionales de la mayor importancia.
El flujo de envíos de la USAID a Cúcuta y los ya anunciados al Brasil (Roraima) confluyen con los anuncios de Guaidó sobre la organización del voluntariado venezolano que los recibirá y distribuirá en el país (una masa de ciudadanos frente a soldados armados que deberán decidir si disparan o no), y con el éxito rotundo de la Conferencia Mundial de la Crisis Humanitaria en Venezuela, celebrada ayer en la sede de la OEA. Sumemos a esto que el Presidente encargado ha designado nuevos directorios en PDVSA y CITGO, que deslegitiman a los administradores chavistas del petróleo.
Al fracaso del diálogo intentado por Uruguay y México en Montevideo se ha sumado, lapidariamente, la carta del Papa al “señor” Maduro: una filtración teledirigida del Vaticano a la prensa en que denuncia la grosera manipulación de los acuerdos oposición/gobierno en Caracas gracias a la intervención del Secretario de Estado del Vaticano, Monseñor Parolin (2015-2016. Más explícita y puntual es la entrevista del Cardenal venezolano Baltazar Porras en El País bajo el sugerente titular: “Maduro llama al diálogo cuando tiene el agua al cuello”.
https://elpais.com/internacional/2019/02/13/actualidad/1550085523_199694.html
La carta papal justifica la reiterada negativa de Guaidó a ceder terreno en conversaciones con el “usurpador”. Así quedaron aislados (o maltrechos) quienes insisten en el diálogo con Maduro: el Secretario General de NNUU (el socialista portugués Antonio Guterres) y los autollamados “neutrales”: Rusia, China, Irán, Turquía, etc.
El Grupo de Lima se reunirá el 25 de febrero en Bogotá después de estas semanas decisivas y de la suerte de la ayuda humanitaria, convertida en el núcleo de la cuestión venezolana. Es significativo el detalle de que esa reunión haya sido anunciada por el Presidente de Colombia durante su visita a Trump (en la web de la Cancillería peruana no aparece todavía comunicado alguno sobre tan importante reunión).
El elemento moral y solidario de la ayuda ha descolocado totalmente a los actores internacionales más poderosos y ambiciosos: Rusia y China. A pesar de compartir la condición de ser monumentales acreedores del chavismo - y su certeza de que Maduro nunca podrá pagarles - difieren en su aproximación al problema. El juego de Pekín parece prudente si se le compara con el discurso provocador del gobierno de Putin y, más aún, con sus movimientos y descaradas amenazas en el campo militar, que solo se explican por una (inviable) alianza estratégica con el Presidente ilegítimo y sus Fuerzas Armadas de alcances mucho mayores a los de la presencia cubana en Venezuela.
La posición de Moscú coincide con las decisiones de Trump y Putin sobre tratados icónicos en los frustrantes esfuerzos por el desarme nuclear. A los anuncios respectivos se suman sus incrementos en el gasto militar - a los que debemos añadir el presupuesto armamentista de China. Esta definida y preocupante evolución sincera el juego mundial que se configura con creciente nitidez. El área de influencia china corresponde claramente a la de su predominio geográfico (donde la capacidad de contención norteamericana es limitada) que Pekín está decidido a defenderla con todo. Por su lado, la geografía de las pretensiones hegemónicas rusas enfrentan la seria resistencia de la OTAN y los países de la UE, por lo que Putin busca cualquier espacio o resquicio conflictivo que le permitan robustecer su papel de gran potencia (Venezuela es un ejemplo muy claro).
Frente a esta realidad evolutiva, Trump parece haber percibido (en serio) que debería encontrar la política más acertada y eficaz para desarrollar su pleno potencial para influir con buenas maneras en las Américas que son su escenario geográfico natural. Las variables circunstancias y modos de sus políticas en el inmenso y muy rico territorio de lo que se caricaturiza como su “patio trasero” ha fluctuado entre el imperialismo prepotente y la indiferencia negligente. La emergencia del pensamiento pro mercado e inversión privada en países tan importantes como Brasil, Colombia, Argentina y Chile, liderados por presidentes fuertemente comprometidos en el manejo de sus políticas externas, coincide con la extinción del ALBA y la fábula del Socialismo del Siglo XXI.
La reorientación del MERCOSUR está en marcha, la Alianza del Pacífico se mantiene, México (con o sin muro) sigue siendo parte del acuerdo comercial con USA y Canadá, y ya se ha planteado la sustitución de UNASUR por PROSUR, como nuevo ensayo integrador regional. Finalmente, el balance de votos en la OEA será revertido en cuanto la próxima caída de Maduro termine con el subsidio petrolero a los países del Caribe. El Grupo de Lima ha sido un actor crucial y (a nivel presidencial) el Perú debería capitalizar ese valioso logro diplomático.
En este panorama tan próximo la crisis de Venezuela y la noble causa de la ayuda humanitaria se han convertido en factores decisivos para replantear en los mejores términos una asociación panamericana de alcances innovadores y provechosos para el desarrollo y la paz en las tres Américas (y el Caribe).
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