Eduardo Zapata
No me representas
No hay democracia sin meritocracia
Tal vez haya llegado el momento de decirles a los políticos que elegimos cada cierto tiempo que no son nuestros representantes, sino simplemente nuestros empleados. Y que sus sueldos los pagamos con nuestros impuestos.
Tal vez haya llegado el momento de dejar atrás nomenclaturas supuestamente enaltecedoras y republicanas, pero la realidad nos obliga a ello.
Tal vez haya llegado el momento de ostentar menos y eliminar signos de poder y otros abalorios que nuestros funcionarios suelen emplear en compensación por sus bajas autoestimas.
Tal vez haya llegado el momento de comenzar a decir las cosas por su nombre para que los ciudadanos todos entendamos qué es vivir en una democracia. Expresiones como “Representantes de la Nación”, “Padres de la Patria”, “Honorable Cuerpo Legislativo” constituyen signos hasta irónicos y burlescos para la población peruana. Porque es más que obvio que aparte de apetitos económicos personales, la creciente explosión ´democrática´ está acicateada por las insignias de poder y privilegios que se obtienen al ejercer la función pública.
El presidente García dejó una planilla de servidores públicos de cerca de S/ 30,000 millones. Esta se duplicó ya en el 2020. Y hoy estamos superando largamente esa cifra. ¿Está usted recibiendo mejores servicios del Estado?
Ayer escuchaba un debate en televisión sobre el número ideal de representantes al Congreso. Más allá de razonables propuestas se repitió que el Perú está sub representado y que el Senado pondría la cuota de ´pensamiento y reflexión´ en la turba de congresistas variopintos allí presentes. Y hasta se llegó a decir que no costaría un sol más, expresión hasta agraviante para un ciudadano con sentido común.
Toda democracia –para poder institucionalizarse– debe ser meritocrática. Empecemos y terminemos lingüística y políticamente con los señores congresistas. Donde deberíamos suponer que cada partido elige y propone por temas de especialidad a sus mejores cuadros; en salud, en educación y en seguridad… Es de suponer que estos cuadros han tenido ya vida partidaria y han demostrado probidad en los cargos desempeñados. Demás está decir que ninguno de esos especialistas puede constituir un compendio de acusaciones fiscales o judiciales. Y como quiera que no hay democracia sin meritocracia, convendría que los aspirantes a congresistas satisfagan siquiera una prueba de comprensión lectora tipo PISA, de aquellas que se aplican a estudiantes de secundaria. A fin de cuentas su trabajo exige saber leer y escribir y nadie contrata a una secretaria –por ejemplo– que no lo sepa. Sería ideal que hubiese una rigurosa escuela de aspirantes a congresistas.
Se trata acaso de ideas sueltas portadoras de signos instructivos. En cualquier caso y de lo que se trata es de que el candidato se obligue a cumplir –por contrato– aquello que prometió. Lo hemos dicho ya en otra nota, indicando obras/servicios/propuestas, fechas de inicio y término, así como montos de todo ello. Y como se les contrata como administradores temporales del Estado por un tiempo dado y no como una agencia de empleos, les bastaría y sobraría un asistente. Si el contratado no cumple con lo establecido en el contrato, el contrato queda disuelto. ¡Ah y por favor! No maltraten a las instituciones militares utilizando personal de ellas como si fuesen ujieres.
Dejaríamos la letanía de Me representa/No me representa pues todo lo resolvería el cumplimiento o incumplimiento del contrato.
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