Látigo y balas contra la oposición

Todo extremismo marxista se plantea su propio ejército popular, una fuerza de choque dispuesta a defender sus pilares de transformación sin el consentimiento de la población. Con o sin armas, las multitudes enardecidas son suficientes para alzarse sobre una ciudadanía vaga y desinteresada de su destino.    

El látigo en la mano del presidente es muestra inequívoca de poder, abuso y brutalidad. La imposición de ronderos no ha sido cancelada por Castillo, Cerrón, Bermejo, Bellido y los asesores extranjeros que, a hurtadillas, conviven en Palacio de Gobierno. Están en espera de la intervención de una oposición desarticulada. Ese momento está en camino, el de la acumulación de fuerzas. En apariencia, el extremismo cambia el fusil por el chicote. Consigue simpatías haciéndole creer a la gente que por ellos la delincuencia será exterminada. 

Los perulibristas provincianos en Lima, que exigen el cierre del Congreso de la República, son una avanzada experimental destinada a medir fuerzas con la oposición. “El equilibro estratégico”, usado para asustar durante la época del terrorismo, ha sido relegado. No es necesario si bajo su control se hallan las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y otras instituciones nacionales. Pero falta lo esencial: el dominio de las calles.      

El objetivo soterrado es inminente. Látigos y armas no letales al comienzo son parte del sometimiento a lo bestia. En las próximas elecciones, si el balance Ejecutivo-Legislativo sobrevive, el extremismo hará todo lo posible para ganar alcaldías y gobiernos regionales. Con descaro volverá a torcer la voluntad popular. Resultó a pedir de boca. Si las autoridades electorales de la elección pasada continúan en sus puestos, nada garantiza que los resultados expresen los deseos de la población. 

La contratación de serenos depende de la autoridad municipal. Partidarios y mercenarios esperan el puesto de trabajo ofrecido. Y así serán armados “compatriotas” de Perú Libre, con ganas de meterle impunemente látigo, palo y bala a quien consideren patrón neoliberal, derechista o rico. También a los señalados desde el colegio como enemigos del “pueblo”: en primer lugar, fujimoristas y apristas.

Armarlos a esos “serenos” será como entregarle al verdugo el hacha para decapitar a la oposición y conseguir, de un zarpazo, el cierre del Congreso con la anuencia de las Fuerzas Armadas y Policía (¿las instituciones tutelares de la democracia?). El ministro de Defensa, José Luis Gavidia, a medida de la dictadura en ciernes, cumple directivas. Ha ofrecido su sector para entrenar a los serenos. Una manera grotesca de transformar las responsabilidades de la Policía Nacional y el Serenazgo

¿Paranoia? Recuerde usted la quema de iglesias y destrucción de monumentos históricos en Chile. Asimismo, los asaltos a las agroexportadoras de la costa, incendios de minas ayacuchanas y bloqueos de producción de cobre en el sur peruano. Tenga presente además a los seis millones de personas que huyeron de Venezuela ¡por la pasividad y desentendimiento de su gente! Pero sobre todo, no olvide la actuación del presidente –el profesor chotano– durante la huelga magisterial 2017. Las directivas de Movadef  conminaban a los docentes a  entregarle todo su apoyo. ¿Patrocinio gratis? El extremismo no mueve un dedo en vano. 

Resulta esencial el dominio de las calles para imponer el socialismo contra la voluntad de la mayoría. El mismo libreto elaborado por el comunismo internacional. La tregua Ejecutivo-Legislativo es, por tanto, falsa en las actuales circunstancias. No hay razones para creerle al Ejecutivo, que se sabe de antemano que destruirá irremediablemente y sin ascos –textualmente– a la oposición. La supuesta tregua le sirve para ganar tiempo, reagruparse y consolidar su poder en las calles. Vladimir Cerrón no permitirá que 87 congresistas –si algún día lo deciden– bloqueen su intento de la patria socialista.