Diego Miró Quesada
Las experiencias autotrascendentes
Esenciales para construir un mundo mejor
Para construir un mundo más justo es vital reconocer la valía del otro. Sin embargo, esto no se consigue solamente diciendo o pensando “las cosas no deben ser de este modo sino de otro”. Es necesario vivir correctamente, y para eso debemos tener un comportamiento virtuoso. En ese sentido, las experiencias autotrascendentes son fundamentales. Ellas tienen dos componentes: el de kénosis (así le llama la espiritualidad cristiana), que consiste en el desvanecimiento del yo, y el relacional, por medio del cual aumenta el sentimiento de conexión con los demás y el entorno. Hay cuatro tipos de experiencias autotrascendentes.
En primer lugar, está la práctica del mindfulness o atención plena. Cuando uno practica mindfulness, se enfoca en el presente, está atento a lo que ocurre a cada momento, prestándosele poca importancia al yo. Muchas de las personas que realizan la atención plena logran reducir sus niveles de ansiedad y depresión; además, se vuelven más empáticas y compasivas con los demás, lo cual es fundamental para poder actuar moralmente.
En segundo lugar, tenemos las emociones autotrascendentes, entre las que se encuentran la elevación moral, la gratitud y la compasión. El asombro también es una emoción autotrascendente, por medio de la cual, al sorprendernos de las injusticias que sufre el prójimo, podemos sentir compasión por él y, gracias a eso, decidirnos a tomar un comportamiento moral.
En tercer lugar, existen las experiencias pico, instantes de inmensa felicidad en los que nuestros miedos, dudas, inhibiciones desaparecen, lo mismo que la autoconsciencia y toda percepción de separación con el mundo para, finalmente, sentirnos fusionados con él. La música, aprender un novedoso teorema matemático y el deporte son algunos desencadenantes de estas experiencias. La gente que las experimenta suele ser más empática con los demás y tiende a vivir de acuerdo a valores como la unidad, la perfección, la bondad, la belleza y la verdad, esenciales para una vida justa.
En cuarto lugar, está el flujo, que se refiere al estado mental que tenemos al realizar una actividad que consideramos un reto enfocándonos complemente en ella con gran concentración y gozo, utilizando además nuestra energía. Cuando uno “fluye”, el yo se desvanece debido a que nuestra atención está en lo que estamos efectuando, sin embargo, al terminarla, resurge. Ejemplos de actividades en las que se fluye sobran: literatura, filosofía, pintura, incluso el desarrollo de un gran emprendimiento en áreas de trabajo alejadas de lo intelectual.
Es a través de profesiones como la literatura, la pintura y la filosofía que uno expresa su desencanto por las injusticias humanas. Ese desencanto viene de un asombro por los males del mundo, causas de tristeza y reflexión en las personas de buen corazón. Así, este tipo de actividades pueden conseguir que los demás sientan compasión por el dolor ajeno, son motores de una transformación interna que vuelve al prójimo mejor persona, mientras que, a través del desarrollo de un gran emprendimiento en otras áreas de trabajo es posible ayudar a que los más desafortunados satisfagan muchas necesidades de las que injustamente carecen (ese emprendimiento podría ser, por ejemplo, la implementación adecuada de comedores populares en las zonas más pobres del país).
Las experiencias autotrascendentes son esenciales para construir un mundo mejor. Estamos en un tiempo donde muchísima gente carece de valores. A diario vemos en las calles, entre amigos, familiares y por la televisión comportamientos inmorales, los cuales también están adheridos a nuestros políticos, que, si no cambian, seguirán siendo unos de los causantes de que nuestro país se dirija hacia el hoyo más profundo.
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