Javier Agreda

La poesía de Marco Martos

Autor de “El Perú”, poema leído en la inauguración de los Juegos Panamericanos

La poesía de Marco Martos
Javier Agreda
07 de agosto del 2019

 

Autor de una poesía de “elaborada sencillez y calculado candor” (según palabras de Alberto Escobar), Marco Martos (Piura, 1942) es una de las voces más valiosas y originales de la llamada “generación del 60”. Su poema “El Perú” (1994) se leyó en la ceremonia inaugural de los Juegos Panamericanos Lima 2019, en 44 de las lenguas que se hablan en nuestro país. Fue uno de los momentos más emotivos de esa noche, y ha servido para que los lectores peruanos descubran la poesía de Martos, que él mismo reuniera bajo el título general de Leve reino, un universo literario sumamente personal, “con sus reglas secretas y sus poderes ocultos”.

El primer poemario de Martos fue Casa nuestra (1965), un libro “áspero y crispado” según el autor, en el que desde una perspectiva irónica y anti-intelectual se presentaban algunos de los temas que posteriormente iba a desarrollar (la cotidianidad urbana, la experiencia amorosa, la poesía); además de una diversidad de formas de plantear el poema, ya sea como descripción naturalista (“Humo primero”), alegoría (“Fábula”), sucesión de imágenes deslumbrantes (“Fin de visita”), etc.

El desencanto y la frustración que tanto la ciudad, la vida moderna y la racionalidad producían en el joven poeta lo llevan a manifestar nostálgicamente “el deseo de volver a mi pueblo / que era pequeño” (p. 29). Y, ante la imposibilidad del retorno, opta por refugiarse en “el canto de las palabras / el dulce embrujo / de las sílabas” (p. 15). La búsqueda de la perfección formal en un mundo imperfecto es por eso una de las características de la poesía de Marcos. Su minucioso y esmerado trabajo con el lenguaje (aspectos rítmicos, léxicos y sintácticos) lo emparenta, contrariamente a la tendencia dominante en la época, con la gran tradición de poesía española.

Cuaderno de quejas y contentamientos (1969) presenta al autor oscilando entre una poética generacional (formas abiertas, versos largos, lenguaje coloquial) y otra mucho más personal (cerrada, de versos cortos, lenguaje castizo) que corresponden aproximadamente a las quejas y contentamientos del título. Algo similar ocurre en Donde no se ama (1974), libro en el que además la parodia (recurso poético en el que Martos une la ironía con el interés por el lenguaje) cumple una función muy importante. Incluso hay una sección del libro escrita por Pavel parodi, lúdico alter ego del autor.

La poética generacional terminó llevando esta lírica hasta ámbitos en los que la oscuridad y el pesimismo resultaban demasiado agobiantes para el autor. Por eso en Carpe diem (1979) y El silbo de los aires amorosos (1981) esta línea es dejada de lado. Estos dos libros se centran en la “vivencia amorosa”, pero como en el caso de los poetas renacentistas españoles a los que se hace expresa referencia (Garcilaso de la Vega y Juan de la Cruz), el amor es visto como una experiencia trascendental, capaz de dar sentido a los diferentes momentos de una vida. Y también como aquellos poetas, Martos emplea la temática amorosa para desarrollar y perfeccionar su propia poética. Poemas como “Carpe diem” y “Tenso cordel” muestran sus grandes posibilidades.

En Cabellera de Berenice (1994) se vuelve a la variedad temática de los primeros poemarios, pero esta vez el autor toma una mayor distancia. Aparecen por eso personajes históricos (Kafka, Freud, Leonardo) o culturas exóticas, en las secciones Diwan Andalusí y Diwan de Oriente. Pero lo más importante del libro es la continuación de cierta línea planteada veinte años antes (en el poema “Muerte de Néstor”) en la que los logros formales son puestos al servicio de una descripción casi naturalista de los paisajes y personajes que el poeta conoció en su infancia. “Playa Grande”, “Luna de Paita”, “San Miguel de Piura” son impecables textos en los que se combina armoniosamente belleza verbal y riqueza de contenidos.

Con El mar de las tinieblas (1999) Martos alcanzó su etapa de mayor plenitud literaria. Lo que más llama la atención en este libro es el uso de formas estróficas tradicionales, poco comunes en nuestro tiempo: zéjel, silva, sextina, lira y hasta coplas de pie quebrado. A eso se suma la intención de “dar la palabra a algunos héroes literarios como si vivieran ahora”. Pero los poemas no se limitan a la imitación de retóricas antiguas (como en muchos otros autores), sino que buscan —a través de los otros (los héroes literarios)— un poco de sabiduría humana, aquellas verdades morales que perduran más allá del tiempo. Marco Martos pone sus reconocidas cualidades poéticas al servicio de estas verdades, y por eso El mar de las tinieblas es uno de los puntos más altos de su obra literaria, un poemario fruto la pasión por la lectura, la constante dedicación a la poesía y la madurez personal.

 

Javier Agreda
07 de agosto del 2019

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