Manuel Gago
La otra mirada de la operación de rescate Chavín de Huántar
Alberto Fujimori demostró capacidad de decisión
La película peruana Chavín de Huántar: el rescate del siglo (2025), basada en el exitoso rescate militar del 22 de abril de 1977, llena cines en todo el país. Los túneles del sitio arqueológico del mismo nombre, ubicados en Huari (Áncash), inspiraron al expresidente Alberto Fujimori.
El asalto a la residencia del embajador de Japón en Lima, el 17 de diciembre de 1996, estuvo muy bien planeado por Néstor Cerpa Cartolini, líder del MRTA, pero en esos planes no se consideró una salida victoriosa. El presidente cubano Fidel Castro accedió de muy buena gana a una propuesta de Fujimori: los terroristas que irrumpieron en la residencia y los presos –también terroristas por excarcelar después de negociaciones– serían enviados a Cuba y no a la selva amazónica como demandaba Cerpa.
Esa propuesta no fue la esperada por los emerretistas. Su principal exigencia era la liberación de sus camaradas encarcelados, entre ellos quienes sabían dónde estaba el dinero de las extorsiones y rescates. Como se sabe, el MRTA acondicionó inhumanas “cárceles del pueblo” –cubículos estrechos, húmedos y oscuros– en las que mantuvieron encerradas a personas importantes que pagaron por su liberación. Asimismo, Cerpa pedía la excarcelación de la pareja sentimental de uno de los secuestradores. El resto fue pura coartada.
Después del impactante asalto a la residencia japonesa, Cerpa se equivocó al liberar a las mujeres asistentes al ágape sin antes identificar a la madre y hermana de Fujimori. Las decisiones del expresidente hubieran costado mucho teniendo a su madre y hermana de rehenes. Vale precisar que Fujimori no era proclive a cócteles y reuniones sociales.
Si bien la motivación del asalto fue política, no estuvo exenta de dinero y cuestiones sentimentales. La audacia de Cerpa catapultaría su liderazgo en el MRTA, y llegó disponer del dinero obtenido de los secuestros y extorsiones.
El asalto terrorista y toma de rehenes fue sobrecogedor y exitoso; pero el devenir fue un fracaso total. Cerpa no contaba con la firmeza de Fujimori y con su visión de estadista. El acto osado se vino abajo por el cansancio y aburrimiento de cuatro meses de encierro del comando emerretista. Jugar fulbito diariamente y a la misma hora, como si estuvieran de vacaciones, mostraba el alicaído potencial bélico de un puñado de jóvenes con poca o ninguna preparación militarizada, reclutados –según se dijo– de manera improvisada, sin nada que perder, dispuestos a todo.
Ni bien aconteció el secuestro Fujimori decidió los túneles. Dos equipos de mineros fueron organizados, uno de ellos de reemplazo, listo para cualquier eventualidad, como así sucedió. Ya lo contaré. El expresidente ejecutó de inmediato lo que tenía en mente: un rescate militar y otro diplomático. Aportó mucho la intermediación del embajador canadiense, el representante de la Cruz Roja y el arzobispo Juan Luis Cipriani. Medios locales y mundiales reportaban minuto a minuto lo sucedido. La Navidad y el Año Nuevo de ese año tuvieron otro cariz. Se pensó que el volumen alto de los parlantes instalados frente a la residencia japonesa era para hostigar a los secuestradores hasta que un diario publicó en portada: “El túnel sí existe”.
Concluyendo: Cerpa precipitó un ataque que pudo ser letal para el país, Fujimori consolidó su capacidad de decisión, las Fuerzas Armadas peruanas demostraron su excepcional valía. Y la película más taquillera no obtendrá ninguno de los premios que suelen “ganar” las películas menos vistas y subvencionadas.
















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