Carlos Adrianzén
Triunfó la Izquierda en Chile… ¿Y?
Chile necesita cambiar de rumbo, y todo sugiere que le será muy difícil
Esta vez les tocó a los chilenos. El domingo pasado millones de electores fueron a las urnas para votar por los nuevos Ejecutivo y Legislativo. Nótese que en nuestro vecino del sur una plancha presidencial dura cuatro años y no puede ser reelecta de forma inmediata. El proceso es popular y directo, y el nuevo mandato comienza el primero de octubre después de las elecciones. Para los diputados el periodo dura cuatro años y pueden ser reelegidos de inmediato. En cambio, para los senadores, dura ocho años y pueden ser ratificados solamente una vez más.
Pero, merece destacarse, esta vez se trata de una elección diferente. Luego de tres décadas y media de la salida del General Pinochet, su economía todavía registra un producto por persona que dobla al peruano, aunque con una tasa de inflación ligeramente mayor. Sin embargo, por más que se repita machaconamente que las coaliciones de izquierda y centroizquierda post pinochetistas han gobernado con responsabilidad, lo cierto es que Chile caminó contra la libertad y –después de la crisis financiera del 2008 y la pandemia china– no dibuja más ese milagro económico.

No se deje llevar por los titulares tranquilizadores. Las cifras, no dan margen para el palabreo ni para irritarse. Simplemente, la economía chilena crece menos (ver Figura A), incluso considerando su propia tendencia. Si alguien le repite que la izquierda de sus últimos gobiernos –retrospectivamente, desde Boric (2022-2026); a Piñera (2018-2022 y 2010-2014); a Bachelet (2014-2018 y 2006-2010); a Lagos (2000-2006); llegando hasta Frei (1994-2000)– habría sido moderadamente tóxica o destructiva, lo está engañando. Se ríen de usted cuando se voltea...
Recordemos que casi todo fue cambiado. Que la constitución política de 1980 fue modificada 31 veces, con reformas significativas en 1989 y 2005. También en 2022 y 2023. No es para nada una casualidad que hoy estén estancados. Como contrasta la Figura B, a pesar de la restricción constitucional aludida, un crecimiento quinquenal deprimente –ligeramente mayor al crecimiento demográfico– nos libera de mayores comentarios.
Asimismo, cabe recordarles que el alto crecimiento chileno de largo plazo ya es cosa del pasado (ver subgrafo de la izquierda); y que desde el 2013 (ver subgrafo de la derecha), cada año se aleja visiblemente de los estándares de vida estadounidenses.

Deseo escribirles sobre las lecciones económicas de los resultados de ayer; pero este análisis no sería ajustado si no destaco el logro mayor de los Borics y Bachelets: deprimir y estancar consistentemente las inversiones privadas y extranjeras en Chile (ver Figura C). Como diría el Nobel Edward Prescott, demolieron su milagro con toneladas de barreras monopólicas, en planos dizque moleculares. Dicho sea de paso, se trataría de una tarea lograda –sin mayor discusión o sobresalto– gracias a la opinión y trabajo de decenas de tecnócratas de izquierda –ese típico oxímoron regional y multilateral–.

Rebobinemos. Este marco económico de declive ha convertido en clave a la elección de ayer. Fue una oportunidad para cambiar un rumbo desfavorable. De hecho, las encuestas (como siempre en estos tiempos, perdidas) les vendían un claro repudio a los candidatos rojos. Pero…
Las cifras de la fiesta
Ayer todo resultó diferente a lo esperado. Según Decide-Chile, este lunes en la tarde se anticipaba que la ultraizquierdista Jara (27%) y el derechista Katz (24%) irían a la segunda vuelta, aunque Jara iría tres puntos por encima. Los otros tres candidatos en el ordenamiento –Parisi, Kaiser y Matthei– coparían un enorme 47% de los votos restantes. Cómo se distribuirán los votos en la segunda vuelta resulta hoy la gran interrogante.
Paralelamente, para los cupos en el Congreso, la cosa luce bastante incierta, inestable y particionada. En todo caso, las mayorías en cada cámara no son tan holgadas como la izquierda o derecha chilena querrían. Agregaría que se dibuja alta incertidumbre en un ambiente de revoluciones moleculares. Claramente –como todo proceso electoral sin escandalosas oscuridades administrativas– este desenlace debería dar para festejar. Pero en este caso me temo que no mucho.
Chile necesitaba cambiar de rumbo. Drástica y significativamente. Y luego de los comicios del domingo, todo sugiere que hacerlo será difícil. El elector chileno, al final habría votado para que –parafraseando a Giuseppe Tomasi di Lampedusa– “todo cambie… para que nada cambie”. ¿Entonces?
La izquierda local, contra todas las apuestas, ganó. En la campaña de la primera vuelta particionó a esa derecha y a esa centro izquierda pasivas. Eso que en la región llamamos centro-derecha. Y puede ganar la presidencia o controlarla desde un legislativo mutante. Y ante ello, a llorar al río.
Los peruanos sabemos que la izquierda latinoamericana es buena –aunque aburridamente repetitiva– en el mercadeo político. Pero no es buena en nada más. Aquí, varias veces nos han engañado… ante un triunfo de papel de la derecha local. Cualquier parecido con lo sucedido en el Chile de estos tiempos no resulta casualidad. Detrás opera el mismo tipo de ingenieros sociales.
El éxito de Katz
La izquierda logró su objetivo… solo en la primera vuelta. Pero el candidato chileno elegido en segundo lugar –ese que los progresistas caricaturizan, insultan y descalifican– puede hacer la diferencia.
Primero, debe ganar la segunda vuelta. Algo que dista mucho de ser seguro.
Segundo, debe recordar que tiene un gran activo. La señora Jara da la impresión de ser muy inteligente, pero resulta visualmente bastante sosa y vociferante.
Tercero, Katz debe ser informado también de que millones de votos de izquierda no saben que son zurdos. Debe coquetear con ellos. Jugar a ser el duro resultaría suicida. Los zurdos desconcertados sueñan con votar por alguien menos soso que doña Jeannette.
Cuarto, y sobre todo lo anterior, debe recordarle a cada chileno cómo sus predecesores –los presidentes de izquierda post Pinochet– han borrado el “milagro chileno”. Y que, si esto no se cambia, ceteris paribus, y más pronto de lo que sueñan, el Perú los alcanzará económicamente; y después de esto, solo les queda caer mucho, como Bolivia. Ojo con ello.
Al final, pero no por esto resulta lo menos importante, debe concertar solo hasta llegar. Katz no debe olvidar que solo tendría cuatro años para desmontar la captura de la superestructura por los comunistas neomarxistas de los últimos gobiernos. Debe evitar convertirse en un Piñera II.
Recuerden: la izquierda no puede dejar de destruir. La opresión política y económica está en su código genético.
Postdata para peruanos
La clave electoral de la izquierda en el poder, además de tratar de que no se cuenten los votos, requiere que la llamada derecha se divida, se insulte y se odie. Sin duda buscarán hacer lo mismo en nuestro maravilloso país.
















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