Dante Olivera

La inconsciente idea de superioridad moral

Un prejuicio que nos puede afectar a todos

La inconsciente idea de superioridad moral
Dante Olivera
04 de julio del 2024


Bromeando con un amigo sobre el tema del veganismo (aún reconociendo que tiene sus lados más serios dentro de la ciencia y de un pequeño marco filosófico-moral), me dijo una frase satírica interesante “…buscan razones para sentirse superiores por no poder comer esas cosas”. Un poco de sátira con toque de superioridad moral. Me vino entonces a la mente algo que hace algún tiempo pienso: ¿no será que muchas posturas u opiniones en temas sociales y afines parten de un plano estricta e inconscientemente de superioridad moral? Toquemos temas intocables para algunos.

¿Por qué un conservador sería un antiderechos? Porque el progresista que denuncia ello (de manera burda e ignorante a mi juicio) considera que oponerse al aborto es “moralmente malo” dependiendo del círculo moral que tiene por su educación. Viceversa, cuando una cristiana menciona el término como “mata bebés” o “asesina” a mujeres partidarias del aborto, también está partiendo de un círculo moral (religioso) que ella tiene. Se pueden poner (y de hecho se hacen) muchos argumentos de por medio (menor protección jurídica al nasciturus por sus características biológicas vs igual protección de la vida humana en todo su proceso desde la concepción hasta la muerte); sin embargo, ello, en muchos debates parecen ser “racionalizados” en el sentido freudiano.

Cuando se dio a conocer que Ana Estrada y María Benito habían accedido a la “muerte digna” (término que no comparto), se tildó de manera injusta como “el ángel de la muerte” a la abogada. Cuando se usó de manera muy arbitraria el CIE-10 para considerar a la transexualidad como una condición de enfermedad, se vio en cierta palestra pública algarabía por el “bien” que originaba este decreto. En una publicación en redes, un partidario del veganismo denunciaba públicamente a un canal de TV por pasar imágenes de miles de pollos enjaulados en un horario que no era de protección al menor y eso podía afectar la sensibilidad de los pequeños, aquello estaba “mal”. Una cierta crítica al pride o a la evidente instrumentalización del mes del orgullo puede ocasionar que uno sea tildado de homófobo, intolerante o anti-derechos, estos adjetivos prima facie son de carácter moral más que todo (si uno tiene honestidad intelectual y es crítico, difícilmente será homofóbico. Si uno dice lo evidente, no puede ser intolerante). ¿No hay en todo acaso una idea escondida de superioridad moral, del “digo esto porque creo que moralmente soy superior”?

El ejemplo más directo y diario en el que pienso es cuando nos esforzamos en hablar: hola a todas y todos, estimadas, estimados, compañerxs, chicxs, y un largo etc. ¿Por qué hablamos así? Porque, implícitamente, creemos que estamos haciendo “un bien” a la paridad de género (término muy prostituido últimamente a mi juicio) o a la mujer. La idea del querer hacer un “bien” mediante las palabras, o pensar que porque uso la “o” estoy haciendo “un mal” y soy ofensivo está presente.

El lenguaje es amoral, es solo un instrumento, no puede ser bueno o malo en sí. Mi posición es que carece de sentido formal hablar de esa manera. Lo mismo con las palabras: en la historia por conseguir la igualdad han servido más las acciones concretas que el ser “inclusivos” con el lenguaje. Pienso en Marie Curie representando un hito para las mujeres por sus descubrimientos en química y su premiación, en la primera mujer universitaria Ella Temple Dunbar, o en la reciente ganadora del premio nobel de economía Claudia Goldin. Todas ellos personajes con hitos importantes en la igualdad y el reconocimiento no por hablar “inclusivos”, sino por logros y acciones concretas. El lenguaje no hace más “bueno o malo” algo.

Creo que, en todos estos temas y ejemplos, está la idea de una superioridad moral implícita (que se ve más en la absurda pelea o dialéctica conservador/progresista) que casi todos hemos tenido o podemos tener alguna vez (incluso quien escribe), pero pocos nos atrevemos a confesar. Tal vez un mejor camino sería practicar la modestia y honestidad intelectual y no hablar tan a la ligera (especialmente los académicos), así como partir de presupuestos ontológicos y no morales. El tema es extenso para una breve columna.

Dante Olivera
04 de julio del 2024

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