Carlos Rivera

La claridad como cortesía filosófica

Una homenaje a Pablo Quintanilla(*)

La claridad como cortesía filosófica
Carlos Rivera
22 de julio del 2025


Guillermo Cabrera Infante, con su habitual ironía, nos advertía sobre el ritual vacío de prometer brevedad: “Declarar la intención de ser breve cuando se sabe que nadie lo será es una frase encantatoria, una fórmula mágica, un ritual y un dogma sin magia.”

Hoy me atrevo a contradecir al maestro cubano. Prometo —esta vez sin retórica encantatoria— que seré breve. Solo necesito una página para ejercer un privilegio: escribir sobre Pablo Quintanilla.

En tiempos donde sobran discursos cargados de privilegios huecos, quiero reivindicar uno que vale la pena: haber conocido a Pablo. En un país donde abunda la mezquindad, reconocer el valor del pensamiento riguroso no debería ser un acto raro, sino necesario. Pablo expone sus ideas con coraje intelectual, incluso cuando sabe que muchos no están dispuestos a escucharlas. Y lo hace desde una base sólida: filosofía seria, escritura clara y una voluntad pedagógica poco común.

No siempre estoy de acuerdo con sus posturas —y él lo sabe—, pero sí reconozco el compromiso con el que las plantea. No lanza consignas vacías. Argumenta. Conecta conceptos. Y cuando el análisis exige mayor precisión, responde desde una obra académica que da cuenta de su seriedad como pensador.

En medio de tanto ruido, su filosofía ofrece orden, método y claridad. Sí, claridad: esa cualidad que Ortega y Gasset llamaba la cortesía del filósofo. Pablo la ejerce con elegancia. Su estilo recuerda, por momentos, a Emerson: luminoso, preciso, profundamente humano.

Uno de sus temas recurrentes es el país. Y cuando habla de crisis, no lo hace desde la resignación ni la retórica incendiaria, sino con una convicción crítica:

“No toda crisis es dañina; por el contrario, puede ser ocasión para el juicio autocrítico. Pero para que una crisis sea constructiva, debe generar análisis.”

Le creo. Ayer mismo lo vi en acción: dictó una conferencia de filosofía ante casi 200 adolescentes de 13 a 15 años en el Colegio de Alto Rendimiento. Nada de solemnidad hueca, nada de pesimismo apocalíptico. Vi a un pensador que cree en el futuro, que comparte su conocimiento sin arrogancia y que se crece frente a un público joven. Ahí donde otros simplifican o adoctrinan, él conecta, dinamiza, escucha. Propone.

Y sí, demuestra que es posible ser un filósofo que se atreva a formular las preguntas más difíciles del ser humano sin caer en la oscuridad conceptual. Lo logra con cualquier audiencia: especialistas, estudiantes, ciudadanos comunes. Porque cuando se piensa en serio, también se escribe con respeto.

El libro que presenta hoy —Autoconocimiento y libertad. La vida por examinar— es una extensión de ese esfuerzo: pensar con honestidad, escribir con claridad, compartir sin superioridad.

He cumplido mi palabra, Cabrera Infante: fue solo una página. Y sin fórmulas mágicas.

 

* Leído en la presentación del libro Autoconocimiento y libertad. La vida por examinar (Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2024). Teatro Arequepay de la Municipalidad Provincial de Arequipa.

Carlos Rivera
22 de julio del 2025

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