La bandera del Tahuantinsuyo un mito más

Comunistas, progresistas y demás hierbas parecidas quieren imponer su agenda al país. A como dé lugar quieren nuevas elecciones y asamblea constituyente. Buscan imponer un Estado socialista con poderes absolutos sobre la producción, la educación y hasta en el destino de las personas. Y que quede postergada la agenda de desarrollo, de las obras productivas necesarias para mejorar la vida de la gente. 

A esta agenda se suman los relatos destinados a despistar y crear separación en cuantas partes sea posible. La dichosa bandera del incanato es la comidilla. Historiadores y estudiosos serios ya se ocuparon del tema antes. El lingüista Rodolfo Cerrón-Palomino (Huancayo, 1940) –experto en quechua, aimara y otras lenguas nativas– señala que “como muchos de nuestros mitos (piénsese en la famosa bandera del Tahuantinsuyo, para referirnos solo a los del incario), será difícil de erradicar, puesto que están muy bien enraizados dentro de nuestra tradición popular. De todos modos, siempre será saludable distinguir entre aquello que tiene sustento histórico y aquello que es producto de la imaginación popular”.

Cerrón pone al descubierto el poder de la manipulación histórica con el fin de crear fantasías en la población. Sobre los Incas (2011), publicado por el Instituto Riva Agüero, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, descubre el carácter espurio de la trilogía moral incaica. Confirma “el origen tardío” del “no seas ladrón”, “no seas mentiroso” y “no seas ocioso”. La “trilogía moralizante tendría autoría conocida y fecha de introducción”; sería el cusqueño Pacheco Zegarra, fantaseador de calibre, quien “alzó la frase al rango de moral incaica”. Los preceptos fueron forjados “al calor del movimiento nacional inca”, en 1780. “Ni en la gesta tupacamarista ni en Ollanta, ni sombra de ella”. Para Cerrón, miembro de la Academia Peruana de la Historia y de la Asociación Lingüista y Filológica de América Latina, las prohibiciones andinas fueron “absolutamente desconocidas por toda la crónica colonial”; la trilogía sería de “carácter postizo, por ser elaborada por alguien que no tenía un dominio pleno de la lengua”. 

No obstante, los medios electrónicos ofrecen información sin límites y la verdad le duele a algunos, por eso la vida diaria se ve colmada de espejismos e ilusiones. Marxistas y progresistas aprovechan las bondades de las comunicaciones para crear “narrativas” con el fin de contentar, entusiasmar y engatusar. Mucho antes, la incorporación de pensamientos y paradigmas era gratis, al gusto de cada quien, por voluntad propia. Hoy, los pensamientos y la voluntad tienen precio y son forzados. Preguntémonos: ¿Cuánto se gasta en los “vándalos”? No olvidar: en los ochenta el senderismo también usó sicarios del narcotráfico para ejecutar sus asesinatos selectivos. Los perros colgados sirvieron para asustar y someter. 

En este milenio globalizado, las personas tienen un precio para manifestarse en favor del totalitarismo. Visten ropajes de sus lugares de origen, usados durante sus festividades y representaciones folklóricas, pues las imágenes son útiles para conmover. Impactan las “banderas del incanato” y trajes típicos enfrentándose a las “fuerzas represoras” –según los comunistas– Policía Nacional y Fuerzas Armadas. No es igual una mujer en polleras al frente de una turba que una mujer vestida a la moda. El efecto buscado no sería el mismo. El senderismo es cuidadoso con su “narrativa”, los escenarios y sus estandartes de guerra. Se aparta de la hoz y el martillo que claramente los identifica como asesinos. Dice reavivar lo auténtico de las comunidades que supuestamente representan. Sin embargo, la honda, el machete, el látigo y otras herramientas exhibidas falsean una realidad: que la insurgencia surge de las entrañas del país. 

Recordemos que “siempre será saludable distinguir entre aquello que tiene sustento histórico y aquello que es producto de la imaginación popular”, de la manipulación con interés político.