César Martín Peñaranda
Institucionalidad: aclarando conceptos
¿Qué se requiere para iniciar una reforma institucional?
¿Qué se requiere para iniciar una reforma institucional?
Haciendo un break en nuestro análisis de las alertas globales para el 2017, no puedo evitar ahondar en los temas internos del momento, ampliamente desmenuzados por propios y extraños, aunque no siempre entrelazados y sincronizados entre sí, lo que limita la visión integral de la problemática real. Qué duda cabe de que los conflictos sociales frenan la inversión y deben mitigarse, o mejor aún prevenirse; así como la corrupción e inseguridad deben extirparse de raíz y combatirse, respectivamente, pues son lacras que condicionan nuestros hábitos, lesionan la actividad económica y degeneran la democracia.
Nuestro argumento, sin embargo, es que todos estos fenómenos parten del mismo problema, aquel que igualmente permite sustentar —con evidencia empírica de más de 80 países— que sostener el crecimiento económico puede ser más difícil que estimularlo. Nos referimos a la carencia de instituciones, descritas egregiamente por Douglass North como “las reglas de juego en la sociedad”, o por Lin y Nugent como “un conjunto de reglas de conducta que rigen y dan forma a la interacción de los seres humanos, en parte ayudándoles a formar expectativas de los que otras personas van a hacer”.
Reconociendo el origen común, toca delinear sus ejes centrales. Pensamos que son fundamentalmente dos: las instituciones creadoras de mercados y las legitimadoras de mercado. Las creadoras de mercado generan incentivos para que los agentes económicos tomen decisiones libremente, sin restricciones y minimizando costos, permitiendo que el capital fluya eficaz y eficientemente a la caza de oportunidades. Destacamos el imperio de la ley y un sistema judicial probo e independiente. Le sumamos el recorte de trámites y barreras, bogando por la simplicidad administrativa, en la que el Gobierno ha puesto mucho énfasis; pero podría potenciarla con medidas como “una adentro, dos afuera” recientemente aplicada por Trump, obligando a las agencias gubernamentales a eliminar dos regulaciones por cada regulación nueva.
Dos instituciones adicionales de este corte son la dotación de información, así como la capacidad de ejecución y gestión del sector público. La primera implica proporcionarle al sector privado información sobre qué productos establecidos en los mercados internacionales podrían producirse competitivamente. No se trata de seleccionar ganadores, sino de identificar a los perdedores. Paralelamente, las entidades estatales deben promover la transparencia y los mecanismos de gobernanza en sus procesos. Finalmente, subrayamos la construcción de capacidades, gestión y ejecución, que faciliten la inversión privada particularmente en las regiones.
Como complemento están las instituciones legitimadoras de mercado, inclusión y redistribución; pero entendidas como una óptima distribución de oportunidades, con un Estado proporcionando inversión en infraestructura básica, salud, educación, entrenamiento e innovación, entre otros. Aquí se torna vital la reforma del Estado. Tomamos como paradigma el caso de Suecia, economía de bienestar moderna, luego de su crisis bancaria en 1993, cuando focalizó su gasto en los sectores de la población más necesitados, priorizando los rubros antes mencionados.
Resta entonces hacernos la pregunta fundamental: ¿qué se requiere para iniciar una reforma institucional? En primer lugar, reconocer el contexto, así como nuestras capacidades y restricciones, pues construir un marco integral toma tiempo. Ello puede implicar, por ejemplo, centralizar decisiones de política económica en entes competentes, de probada eficiencia y reputación. Las instituciones pueden variar en forma, lo importante es garantizar su función. En segundo lugar, una palabra clave: liderazgo. Como lo demuestran los casos de Corea a inicio de los sesentas, China a fines de los setenta e India a inicio de los ochenta, periodos claves en sus despegues, la actitud y convicción de los líderes políticos frente a las reformas, aún más si se identifican como política de Estado, pueden ser tan importantes como estas mismas.
César Martín Peñaranda
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