Fernando Peña
Generosidad y desprendimiento
La pretensión de reducir la democracia al asambleísmo como imperio de la turba.
Autoproclamados dirigentes de diversos frentes de defensa sostienen, de manera persistente, que “…la última palabra no la dan las autoridades sino las asambleas populares…”. ¡Oscurantismo total!
La forma de gobierno por la que se rige nuestro Estado es la democracia representativa que entraña el ejercicio del poder político a través de representantes en quienes depositamos nuestra confianza, en tanto entendemos que representan mejor nuestros intereses. En nuestro sistema de gobierno no tiene cabida el asambleísmo al que aquellos están acostumbrados y con el que encubren sus responsabilidades, cuando no su ausente lucidez.
La turbamulta, en el ejercicio del poder y la toma de decisiones trascendentales, es una práctica que debemos combatir en tanto irracional y montaraz. Aquella premisa de que “…las bases han acordado…” nos muestra el afán de ocultarse tras mayorías que, siempre o casi siempre, definen su futuro de modo apurado y a partir del desconocimiento.
El diálogo y la tolerancia deben ser un ejercicio cotidiano que se contraponga a la imposición de las ideas. Pero, sobre todo, la tarea es generar liderazgos que conduzcan a nuestros pueblos a escenarios de ciudadanía que impliquen el ejercicio de sus derechos y, fundamentalmente, el cumplimiento de sus obligaciones. Una de las primeras obligaciones en el ejercicio de ciudadanía es el respeto al estado de derecho y, consecuentemente, a las reglas de juego.
Los asuntos de interés para el desarrollo del país deben entonces discutirse con criterio y ánimo constructivo, largamente alejados de tropelías. Lamentablemente, de estas prácticas democráticas conocen muy poco los radicalizados e interesados dirigentes. Contra ello también habrá que bregar.
Nuestro país demanda capacidad de diálogo y sus asuntos requieren ser tratados con serenidad para poder retornar a la senda del desarrollo y revertir una recesión económica que viene afectando severamente la economía de nuestra población. Abordar responsablemente nuestro futuro no pasa por el asambleísmo ni por el gentío que hace de la grita el medio de aprobación de cuestiones que casi siempre desconoce y de cuyos resultados terminamos afectados todos.
Nuestra historia reciente está caracterizada por escasez de liderazgos firmes y legitimados, y por la proliferación de personajes que aparentan la defensa franca de los intereses populares y que no han buscado más que preservar una cuota de poder que los mantenga en vigencia a costa del futuro de la nación. A pesar de ello, urge constituir los mejores mecanismos para convocar y articular a las partes involucradas en el desarrollo de nuestro país y establecer la agenda orientada a superar –a partir de la valoración de los diversos puntos de vista- el momento gris por el que hoy atraviesa la patria.
La disposición de contribuir a revertir la situación actual de nuestro país demanda de generosidad y desprendimiento. Virtudes ambas que sólo habremos de encontrarlas más allá de quienes hasta hoy no han mostrado más que contumacia y encendidos intereses personales.
Por Fernando J. Peña Aranibar
30 – Jun – 2015
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