César Martín Peñaranda
Foco en la eurozona
Después del Brexit y ante las elecciones en diversos países
Aunque continuamente presente en nuestro radar, no habíamos dedicado una columna escrita exclusivamente a la eurozona, que parece haber desafiado las oscuras predicciones post-Brexit y la incertidumbre política regional, con aires renovados luego de la pobre performance de la derecha populista en las recientes elecciones holandesas. Recordemos que en enero el FMI subió su estimado de crecimiento de esta región a 1.6%. Hay cuatro factores que nos mantendrán vigilantes y otros dos que podrían cementar un giro estructural positivo.
Dentro de los primeros encontramos la divergencia entre la data dura (hard), información medible y observada; y la blanda (soft), basada más en encuestas, como el purchasing managers’ index (PMI), termómetro de la actividad económica (manufactura en particular) que tocó su techo en casi 70 meses. La data dura todavía no termina por despegar. Al mismo tiempo, el marcado ascenso de la confianza empresarial aún no parece ir acompañado de aquella confianza ligada al consumidor, algo que podría acentuarse con la reflación o atenuarse, si la primera se traduce en mayores contrataciones.
En segundo lugar, continúa la incertidumbre sobre el comercio global con Trumponomics en plena acción, que puede afectar el estimado de alrededor de 3.5% (el más alto en cuatro años) de expansión global en los volúmenes de exportaciones para el 2017. En esto la Unión Europea (UE) se torna fundamental, pues un tercio del comercio mundial es intraeuropeo. De igual modo, resta observar cómo afectarán a las negociaciones la salida de Gran Bretaña de la UE, luego de la activación del artículo 50.
En tercer lugar, el eterno problema de los desbalances internos entre la periferia y los países nórdicos. Económica y políticamente se vuelve necesario que Alemania, con una de las cuentas corrientes más prominentes del planeta, dada su mayor exposición a mercados emergentes, reoriente su economía hacia la demanda interna con el propósito de impulsar al resto del bloque, situación que por ahora no parece viable. Habrá que observar cómo evolucionan aquellos países con alta deuda pública y alicaído ambiente de negocio, como Italia, Portugal e incluso Francia.
Finalmente, el factor electoral. Si bien se visualizan victorias de líderes pro-Europa, no se pueden descartar sorpresas subestimando movimientos anti-establishment, en particular luego de lo ocurrido en Estados Unidos y Gran Bretaña. El escenario de mayor riesgo conlleva una victoria de la ultraderechista Marine Le Pen en Francia, acérrima enemiga del proyecto europeo. Igualmente, habrá que estar atentos al respaldo que obtengan los partidos euroescépticos en Italia, en medio de una delicada crisis bancaria.
Existen también elementos positivos, de los cuales enfatizamos dos. Primero, el propio tema electoral, que podría terminar fortaleciendo al bloque, posicionándolo para consolidar las necesarias reformas procompetitividad, así como la mayor integración bancaria y fiscal. Como señalamos, tal escenario podría ocurrir si candidatos pro-Europa se alzaran con la victoria, particularmente en Francia y Alemania. Algo plenamente plausible con Emmanuel Macron, del partido oficialista, y Martin Schulz (incluso sobre Angela Merkel), representante socialdemócrata y ex presidente del Parlamento Europeo, destacando y ganando terreno, respectivamente.
Segundo, los mercados no mienten. Si bien los spreads dentro de la eurozona —marcando la diferencia entre los bonos soberanos de economías fuertes, caso Alemania, y la periferia, caso Italia o Grecia— han aumentado en razón de ser un año electoral y por los potenciales riesgos sistémicos (sector bancario), y el índice bursátil Euro Stoxx ha subido más del 20% durante el último año observable. Además, los futuros sobre tasas de interés interbancarias hacia fin de año al parecer consolidarán una tendencia al alza, lo que implicaría que los mercados esperan una política menos expansiva del Banco Central Europeo al final del 2017. Algo que Mario Draghi dejó entrever en recientes declaraciones, y que representaría un voto de confianza a una economía que finalmente dejaría de depender de su autoridad monetaria.
César Martín Peñaranda
COMENTARIOS