Carlos Hakansson

El sentido del Gobierno

Administrar la hacienda pública y brindar servicios públicos

El sentido del Gobierno
Carlos Hakansson
25 de abril del 2023

La semana pasada nos ocupamos del sentido de la política, hoy corresponde dedicar unas líneas a uno de sus principales ejecutores: el Gobierno. Debemos tener claro que su principal función es administrar la hacienda pública, a través de nuestros impuestos. Una tarea que se resume en brindar y supervisar la marcha de los servicios públicos de agua, desagüe, luz, educación, transporte, seguridad e infraestructura para el desarrollo. Los distintos ministerios se ocupan de resolver esas necesidades para la vida de una comunidad política. La presidencia de la República ostenta la máxima representación dentro y fuera del país. En la escala administrativa ocupa la más alta jerarquía (artículo 39 CP), pero carece de responsabilidad política cómo jefe de gobierno (artículo 120 CP); en su posición como representante nacional nos personifica cómo jefe de Estado en el exterior (artículo 110 CP). 

La tarea del presidente es gobernar velando por la correcta marcha del Estado a la vez de conservar la unidad e integridad del país que recibe en cada transición democrática. Para lograrlo, debe convocar a los mejores para integrar su gabinete, saber escuchar, tomarse el tiempo necesario para responder con firmeza y actuar en consecuencia. El “primero entre iguales” (primus inter pares) en su gobierno es el Presidente del Consejo de Ministros, a cargo de una persona que compense las carencias del jefe de Estado. La realidad nos dice que la victoria electoral no siempre acompaña al candidato ganador con las cualidades del estadista; ambos, presidente y primer ministro, nombran al gabinete. Lo más difícil vendrá después.

La política debe asociarse más al sentido común que a mantener una férrea posición ideológica que condiciona las decisiones a tomar. La composición parlamentaria será clave para el tipo de gobierno que pueda emprenderse en cinco años de mandato. El diagnóstico sobre el estado de la administración pública que recibe el nuevo gobierno se resume con tres preguntas: ¿cuáles son los servicios o dependencias públicas que funcionan y deben conservar su eficiencia? ¿Cuáles son las que necesitan ajustes para su mejora?, y ¿cuáles son las que requieren especial revisión y reforma para que sean operativas? Se trata de tres labores que deben ocupar el trabajo permanente de cualquier gobierno. La presidencia de la República no interfiere en la labor de otros poderes y órganos constitucionales autónomos; tampoco en las competencias exclusivas y excluyentes del Congreso, ni las decisiones que tome el Ministerio Público en su tarea de perseguir el delito y titular de la acción penal.

El jefe de Estado tampoco tiene la competencia para cargar su agenda como paladín contra corrupción sino brindar los recursos para mejorar el trabajo de los fiscales; menos en proponer cambios al régimen político, reformas constitucionales ni asambleas constituyentes, no convoca a referéndum con la finalidad de gobernar de cara al electorado (populismo) y de espaldas al Congreso. La presidencia de la República promueve la unidad en la complejidad de pareceres y visiones sobre el país; ser la voz que apacigua las crispaciones políticas y debe mostrar reflejos ante cualquier acto o evento extraordinario que altere la paz y la seguridad ciudadana. Su condición de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y Policiales le otorga facultades para tomar decisiones rápidas e impide que cualquier otra institución se atribuya dicha competencia constitucional (artículo 167 CP).

Los ciudadanos no eligen a un jefe de Estado para ser un “revolucionario” sino para velar por la correcta marcha de la administración pública al servicio de los ciudadanos. Toma la posta del gobierno anterior para resolver los problemas que arrastran y darles solución, representa al país en el exterior y lo muestra como un lugar ideal para la inversión extranjera que garantiza el Estado de Derecho para promover el empleo, aumentar el erario público y mejorar su correcta distribución con óptimos servicios (Estado Social y Democrático). Si el ejecutivo se ocupara sólo de esta tarea, produciría en el tiempo la “revolución” más trascendente de nuestra historia republicana.

Carlos Hakansson
25 de abril del 2023

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