Arturo Valverde
El génesis de Don Quijote de la Mancha
Sobre la forma en que Cervantes introduce a sus personajes
Don Miguel, el primer capítulo de su célebre novela Don Quijote de la Mancha me traslada al libro del Génesis, cuando Dios llamó “día” a la luz y “noche” a las tinieblas, y Adán nombró a toda bestia y ave de los cielos. “Y Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos…” (Génesis, 2:19-20).
Así también, su Quijote crea y nombra con su imaginación. Dice usted: “Fue luego a ver su rocín…; y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante, nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo”. Y esto, es casi como decir, si usted me lo permite: “Sea la luz; y fue la luz”.
Luego, el caballero se nombra a sí mismo como “don Quijote”, con esa terminación graciosa “ote”, y se dice que, “acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre de ella”.
Así, Quijana o Quesada o Quijada, importa poco, creó finalmente a don Quijote, a sabiendas de que algún día se recordarían sus aventuras. Pero, además, otorga un nombre a la mujer que le acompañará en su solitaria empresa. Y cuenta, que el Quijote “se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma…”. Y, así, Quijote creó a Dulcinea.
Dicho esto, Don Miguel, al final del génesis de su Quijote, surge una revelación, que explica la manera en que se nombró a cada cosa: “…a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto”. Y pienso, señor, que nos ha dado tres ingredientes idóneos, a tomar en cuenta, antes de nombrar a las cosas de este mundo.
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