Arturo Valverde

El cuento de la gelatina

El príncipe de fresa y la princesa de piña deben defender su amor

El cuento de la gelatina
Arturo Valverde
08 de abril del 2025


Hace más de treinta y dos años escuché un cuento maravilloso. Si la memoria no me falla, la autora era una cuentista con una amplia imaginación, que la había llevado a crear un mundo donde gelatinas de distintos sabores y colores, libraban la eterna batalla entre el bien y el mal. 

El príncipe de fresa y la princesa de piña debían defender su amor contra las gelatinas sin sabores ni colores, empecinadas en perseguirlos para derretirlas o destruirlas. Como era previsible, la pareja vivía en un palacio de gelatina, sus hijos eran de gelatina, y hasta sus sueños eran de gelatina.  

Ese mundo gelatinoso en el que se desenvolvían a diario muchos personajes con tramas intensas y apasionantes, surgió con el propósito de que un niño de ocho años abriera la boca y comiera las verduras de su comida. La cuentista tenía una sola condición: comerse dos cucharadas de sopa por una cucharada de gelatina, de lo contrario la historia se suspendía hasta el día siguiente. 

Al niño no le quedó otra alternativa que aceptar la condición impuesta por la cuentista. Era demasiado excitante y original su historia, que no podía aguantar las ansias de saber el desenlace; un día más, ¡imposible! Por tanto, abría la boca, cerraba los ojos y masticaba las zanahorias, las cebollas y los tomates cocidos del caldo caliente. Luego, fijaba su mirada en la cuentista y le decía: ¡Sigue contando! ¿Qué pasó después? ¡Cuenta!

Una vez más, el príncipe y la princesa de gelatina se batían contra sus archienemigos. Como era lógico, el bien terminaba imponiéndose por encima del mal. No podía ser de otra manera. Los malos debían perder, y los buenos debían ganar siempre. 

La cuentista siguió contando su historia hasta el día en que el niño le encontró gusto a sus verduras, y aunque el niño siempre pensó que cualquier fabricante de gelatina ganaría millones contratándola, de alguna manera creció contento porque solo él supiera de su existencia, que la tenía solo para él, y nadie más que él, para seguir escuchando esas maravillosas historias de gelatinas.

Arturo Valverde
08 de abril del 2025

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