Dardo López-Dolz
Correcciones políticas urgentes
Reflexiones sobre las deficiencias de nuestro sistema de representación política
Sería bueno revisar las comprobadas debilidades de nuestro sistema electoral para corregirlas en aras de un fortalecimiento del sistema democrático.
Ningún estudioso de la política peruana, duda ya del tremendo error que fue, y es, permitir que alianzas oportunistas compitan con los partidos políticos. Es imprescindible que los distintos niveles de gobierno respondan a un plan nacional, al cual deben adecuarse los intereses o apetitos locales o regionales, permitiendo a los votantes castigar en las urnas a aquellos partidos poco diligentes en la selección de los candidatos que proponen, actitud que propicia que se cuelen las mentiras y las actividades delincuenciales.
En concordancia con lo anterior, el voto preferencial debe desaparecer y dar lugar a la elección de curules y plazas regionales o municipales para las personas que propongan los partidos, con el añadido de que cuando alguien decida “cambiar de opinión” pueda hacerlo, pero abandonando su curul o su asiento en el Consejo Regional o Municipal, además de su partido, de esta manera se puede exigir continuidad y coherencia ideológica y programática a quien aspira a ser elegido.
Resulta absolutamente contradictorio que haya consenso absoluto sobre las bondades de la meritocracia para la contratación, nombramiento o designación de funcionarios públicos, y que tantos se rasguen las vestiduras ante cualquier propuesta de poner requisitos de los candidatos electorales. Si los primeros estarán sujetos jerárquicamente a los segundos, lógico es exigir por lo menos requisitos equiparables en quienes estarán sobre ellos en la toma de decisiones. Podríamos, por ejemplo, trazar tres o cuatro vías alternativas de acceso a la candidatura de modo que se reduzca el riesgo de falta de capacidad intelectual para el ejercicio de la función en caso de ser elegidos. Sugiero, grado académico (que demuestra conocimiento estructurado), nivel de tributación (que acredita habilidad de gestión económica), trayectoria docente (que acredita conocimiento y capacidad de transmitirlo), y trayectoria en carrera pública (que acredita conocimiento del funcionamiento del Estado).
Por supuesto que nada de eso nos garantiza honestidad o que lo hará bien, pero por lo menos disminuye el riesgo de elegir incapaces.
Gran parte del desprestigio del Congreso se debe a la absurda posibilidad de “retirar la firma”, “abstenerse” o faltar deliberadamente a una sesión. En la vida real, al resto de los mortales no se nos permite nada de eso en las obligaciones legalmente asumidas (matrimonio, compra o venta de una casa, votación en un directorio, sindicato o club, etc.). Estas prácticas deben proscribirse en el quehacer parlamentario.
La democracia, a diferencia de la monarquía y la dictadura, no contempla la transmisión del poder por decisión del gobernante o por lazos de parentesco. La prohibición de elección en procesos sucesivos debe incluir al cónyuge, los padres, los hijos, hermanos, sobrinos y cuñados, fortaleciendo así la estructura partidaria y la preeminencia de las ideas y los planes sobre los liderazgos personales.
Y por último, ya es hora de consagrar el carácter intrínsecamente voluntario del derecho al voto, ejercido así solo por quienes responsablemente se preocupen por el destino del país. Eso permitirá disminuir las elecciones por popularidad (sin importar cómo se alcanza) que tan penoso resultado han dado.
Por Dardo López-Dolz
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