Javier Valle Riestra
Cien años de aprismo
Pasado, presente y futuro del más importante partido político peruano
I
A Víctor Raúl Haya de la Torre lo conocí en 1956, recién salido él de la cárcel a donde lo enviara el canalla Manuel A. Odría; luego de eso lo visité frecuentemente en Villa Mercedes y tuvo la generosidad de presentarme en sus auditorios como uno de los líderes jóvenes del Partido del Pueblo. En la Quinta de Ate y la Casa del Pueblo de la avenida Alfonso Ugarte, recibí lecciones de aprismo definiendo bien las líneas maestras del antiimperialismo y la lucha contra la oligarquía con una visión latinoamericanista. Desde que lo conocí no volví a separarme de él. Intelectualmente abracé esas ideas, antes de militar formalmente en el APRA. Haya era amplísimo conmigo y cuando estaba de visita se refería a mí como un nuevo aprista ante la cepa de los viejos compañeros fundadores. En esas reuniones con él conocí a una serie de jerarcas del Partido, a Cox, Heysen, Villanueva del Campo, Luis Alberto Sánchez, Prialé y decenas de líderes más. Era el año 1957, cuando entré a Villa Mercedes; Víctor Raúl me recibió bajo palio, y le dijo a los jóvenes y viejos apristas: “He aquí un ejemplo de lo que debe ser el APRA; este mozo asoma a los veinte años de edad, pero estructural e ideológicamente es un militante probo e histórico del Partido del Pueblo”. Víctor Raúl, desde siempre nos habló de la doctrina del Partido y la estrella de cinco puntas que representa las cinco ideas fundacionales del APRA (1: Lucha contra el imperialismo; 2: Búsqueda de la unidad política en América Latina; 3: Nacionalización de tierras e industrias; 4: Internacionalización del Canal de Panamá; 5: Solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo). Esa comparación estelar fue recogida en la vida política del APRA, que no solo es ideológica, sino vivencialmente la expresión de lo que hoy somos. Si. Tenemos cien años y tendremos una centuria más, tratando de reforjar al movimiento aprista, pero con un criterio indoamericanista.
II
Tenemos que evangelizar a los no apristas para que sigan los pasos históricos de Víctor Raúl. ¡APRA sí, otro no! Es el eslogan actual de las masas apristas. Derrotaremos a nuestros rivales en las urnas, aunque ya los tenemos vencidos en las calles, en las universidades y en la historia política de la nación. Víctor Raúl y el APRA está vigente hoy en el 2024, al cabo de cien años de su fundación, y seguiremos luchando por todas las centurias necesarias para llegar al poder; no para disfrutar del poder, sino llegar al poder para reconstruir el Estado peruano inserto en la realidad continental indoamericana de pan y libertad con justicia social. Quizás, por todo eso, al llegar a Villa Mercedes y sin tener ninguna biografía entonces, la intuición lo hizo abrazarme diciendo “Bienvenido al APRA, a la Alianza Popular Revolucionaria Americana”. Aprendí de él infinitas lecciones de modus vivendi político, de ejercer el poder, no para mandar, ni para comandar, sino para enseñarle a las juventudes de lo que hoy somos viejos, de la trascendencia de mi partido, el APRA.
III
Estamos en el 2024 y vaticino, sin ser augur, que en los próximos comicios será un triunfo apoteósico del Partido Aprista Peruano, porque desde el infinito nos llegarán las ideas de Víctor Raúl, sus convicciones para acabar con el militarismo y la oligarquía, herederos de la vieja plutocracia. Esas masas discípulas de Haya vocearán “Haya o no haya, Haya será”. Es verdad que en el Perú ha habido caudillos, pero sin trascendencia en las masas y en la vida nacional. Ahí están los ejemplos de Manuel Pardo, un derechista democrático y fundador del Partido Civil (1872), Nicolás de Piérola, fundador del Partido Demócrata (1884) que subsistió hasta 1933, después de su muerte en 1912, en el Siglo XX destacaron Billinghurst, el civilista Candamo, Leguía en su etapa civilista, posteriormente fundó su propio partido convirtiéndose en dictador de 1919 hasta 1930. Reflexionemos sin eufemismos, Víctor Raúl es el unigénito de la democracia, aunque tuvo seguidores sin eco histórico ni protagonismo. Un vociferante, incapaz de llegar a las masas con éxito –me refiero al fundador de Acción Popular—, solo eran muecas del aprismo. Hoy preparémonos para la etapa final de triunfo centenario en que apristizaremos al Perú. Reforma agraria verdadera, descentralización, internacionalización, despresidencialismo, lucha contra los yanquis de la economía y contra los gamonales de la reforma agraria; todo eso es, y mucho más, la biografía del ilustre jerarca intelectual, nacido el 22 de febrero de 1895, Haya de la Torre. Y cuando veamos el nuevo régimen ultrademocrático auspiciado por el APRA, entenderemos la veracidad y verosimilitud del neoaprismo del siglo XXI, faltan pocos meses para la entronización sempiterna del PAP, el partido del pueblo.
IV
El aprismo que queremos fue fundado en México, el 7 de mayo de 1924, y lo que interesa es el aprismo por venir, sea o no con manos liberales contra manos hediondas del militarismo y sus discípulos. Ese año incógnito tendremos un constitucionalismo diferente a las doce cartas anteriores promulgadas en el Perú, conservadoras y timoratas. Vendrá el aprismo tricameral y los poderes del Estado estarán al servicio de las masas y no de las minorías dominantes mercenarias y canallescas como las que mandaron al paredón a seis mil apristas en Chan-Chan y a otros cientos en toda la República. Esos mártires y sus herederos nos repiten: “APRA sí, otro no”, lo que es lógico porque los gobiernos del siglo XX y del presente siglo XXI son cómplices del complot reaccionario vivido contra el Perú. Seremos una nación solitaria en Indoamérica si los demás países conservadores no entienden el mensaje de renovación que exigen las bases y las masas. Víctor Raúl ha muerto, pero no sus ideas ni su ejemplo. Yace la luz en su tumba histórica y todos los años, el 22 de febrero, iremos a cuadrarnos, con el brazo izquierdo en alto y cantar “… Que viva el APRA compañeros, viva la Alianza Popular; militantes puros y sinceros, juremos jamás desertar…”; y no desertaremos. Nuestra tarea históricamente no ha acabado, recién ha comenzado.
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