Eduardo Zapata

Chupar el rabo a la jutía

El cinismo gubernamental y la necesidad de cambios

Chupar el rabo a la jutía
Eduardo Zapata
23 de mayo del 2024


En el lenguaje, las expresiones populares suelen ser muy dicentes porque recogen de una u otra manera un sentir popular. Y precisamente el título de esta columna es una locución muy popular en Cuba. La recogemos aquí porque a pesar de que entre nosotros pueda tener alguna connotación vulgar, resulta particularmente dicente. Más aún en los tiempos y signos que constatamos en el cotidiano.

La jutía es un roedor bastante grande que se encuentra en peligro de extinción. Puede alcanzar hasta 80 centímetros y su rabo unos 30 centímetros. Pese a ser un animal calificable de carroñero, se le solía y suele usar como alimento por un humano necesitado. Obviamente, no es muy recomendable su ingesta.

La expresión chupar el rabo a la jutía ha extendido su significado para aludir a sacar provecho de una situación cualquiera. Aprovecharse, entonces, de una situación dada.

Y me temo que por los signos que vemos en nuestra vida política venimos hace un buen tiempo –y más vulgar es la realidad que la expresión misma– chupándole el rabo a esa jutía llamada Estado. Hemos ido permitiendo en los últimos años la institucionalización de un sistema corrupto que permite a unos obtener contratos por obras o servicios hasta inexistentes y a otros acceder a puestos muy bien remunerados en relación a su idoneidad profesional y productividad. 

Con bastante razón, una ministra que pretende vender la imagen de impoluta, ha dicho que no podemos vivir en el mundo de las suspicacias. Y esto resulta cierto porque sospechar que todo el mundo es culpable de algo rompe el contrato social. Pero el problema ocurre cuando la suspicacia nace de la mentira y cuando esta se hace aun pertinaz. Lo que termina deviniendo en una cultura del cinismo. De donde dicha ministra también está alimentando suspicacias.

Cierto es que en diferentes situaciones de la vida –y como personas comunes- podemos esquivar la verdad. A fin de cuentas se trata de un mecanismo adaptativo. Pero mentir desde un cargo público horada la confianza ciudadana, es una falta ética y da lugar a fundadas suspicacias.

Y los pretextos o mentiras que se esgrimen para chuparle el rabo a la jutía son tan banales y pertinaces que resulta peligrosamente normal que estemos inmersos en un mundo de suspicacias. Precisamente un amigo extranjero me comentaba acerca de la aparente pasividad del pueblo peruano frente al cinismo. Ocurre que en el Perú la gente tiene que vivir el día a día y no sintoniza con los llamados politiqueros que se hacen en búsqueda de adhesiones. Ocurre que para la gente ser de derecha o de izquierda es una sinonimia circunstancial. Pero el problema está en que la rabia se va acumulando y al parecer el cinismo gubernamental lo único que hace es añadir más leña al fuego.

Tal vez haya llegado el momento no de un adelanto de elecciones a tontas y a locas, o sea sin reformas previas. Pero sí el momento para que la señora Presidenta espere su destino en el mayor anonimato posible y nombre a un primer ministro y a ministros realmente independientes y solventes que propongan esas reformas y devuelvan la confianza perdida. Esos nuevos funcionarios no deberían ser candidatos en elecciones más o menos inmediatas. Su tarea sería –técnica y profesionalmente– viabilizar el proceso democrático del Perú. Un año y medio más de jutías es injusto para el pueblo peruano.  

Eduardo Zapata
23 de mayo del 2024

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