LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Vizcarra y el enemigo comunista en cueros
Consecuencias de la crisis republicana

El retiro de Mercedes Aráoz, Carlos Bruce y Ana María Choquehuanca de la bancada oficialista tuvo la virtud de comenzar a quitar el velo que cubría a la estrategia vizcarrista para controlar instituciones con el pretexto de “la lucha contra la corrupción”. El presidente Vizcarra se quedaba sin bancada, se dijo. Sin embargo, los grupos comunistas del Frente Amplio y Nuevo Perú, casi movidos por una ley física, comenzaron a apoyar abiertamente la propuesta del adelanto general de elecciones y a respaldar la lucha de Vizcarra contra el “Congreso corrupto”.
El intento comunista de seguir polarizando entre fujimoristas versus antifujimoristas —ignorando la real contradicción entre republicanos y comunistas— comenzaba a hacer agua porque empresarios, políticos, intelectuales y constitucionalistas se sumaban a las críticas abiertas en contra del proyecto de adelantar las elecciones. Acción Popular parecía ser la solitaria fuerza democrática que apoyaba el apuro presidencial para dejar el poder y volver a tentar la reelección. Sin embargo, creemos que el apoyo acciopopulista solo se prolongará hasta que el jefe de Estado plantee la cuestión de confianza, frente al archivamiento del adelanto general por el Congreso.
A nuestro entender, luego de la cuestión de confianza inconstitucional, Vizcarra se quedará solo con los sectores comunistas, colectivistas y anticapitalistas. También con los sectores radicales del sur y del norte, que promueven un desborde social a la boliviana con el objeto de forzar desde la calle la convocatoria de una asamblea constituyente. En el caso de los medios, la mayoría de la prensa tradicional ya comienza a tomar distancia del exabrupto presidencial de pretender adelantar las elecciones. Quizá el diario La República, honrando su clara filiación comunista, se convierta en el medio del adelanto general.
De otro lado, todas las informaciones señalan que nuestras Fuerzas Armadas de ninguna manera participarán en una aventura plebiscitaria, no solo porque generales de tres y cuatro estrellas hoy envejecen en prisiones por las aventuras políticas de los noventa, sino porque la presencia comunista en la apuesta vizcarrista es más que evidente.
¿Qué puede hacer entonces el presidente Vizcarra para imponer el adelanto general de elecciones? Seguir invocando los números de algunas encuestas y convertir a la movilización callejera en el centro de su estrategia. ¿Se imaginan a un jefe de Estado de cualquier república convocando a las masas para presionar el cierre de su respectivo Congreso? Algo así ha sucedido y está pasando en Venezuela. No parece imaginable.
Pero lo más grave para Vizcarra: la calle no está con ganas de movilizarse para apoyar un virtual golpe de Estado. De allí que las ONG comunistas posterguen una y otra vez los llamados a marchas que han comenzado a fracasar en todas las líneas.
Como se aprecia el blitzkrieg vizcarrista, que empezó con el referendo del año pasado, se ha detenido en seco. El asesor argentino y los colaboradores de Vizcarra se han desbarrancado con el adelanto general de elecciones. Comienzan a pagar el pecado capital de la vanidad. Semejante decisión fue como llevar el ejército nazi a las afueras de Moscú para que perezca congelado.
El otro gran error del equipo vizcarrista: creer que detrás de Pedro Olaechea está el fujimorismo con su lideresa secuestrada judicialmente. En realidad, los colectivistas deberían entender que la elección del nuevo titular del Congreso no fue el triunfo del fujimorismo, sino de una nueva derecha extremadamente ideológica, muy experimentada en las artes de la guerra y la paz.
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