A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Como en los tiempos del totalitarismo soviético –en que la movilización mundial en defensa de la democracia, las libertades y los derechos humanos en los ex países de la Unión Soviética era bloqueada por el veto de Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas–, ayer la Organización de Estados Americanos se convirtió en cómplice del mayor fraude electoral de la reciente historia. En el Consejo Permanente de la OEA no se alcanzaron los votos para aprobar una resolución que planteaba que el Consejo Nacional Electoral de Venezuela publique los resultados de cada una de las mesas electorales con el objeto de implementar un proceso de verificación con presencia de observadores internacionales.
En un día de vergüenza para América Latina apenas se alcanzaron 17 votos a favor de la mencionada resolución y 11 abstenciones. Hubo 5 delegaciones ausentes. Entre las abstenciones estuvieron la de Brasil, Colombia y México.
La posición inexplicable de la mayoría de la OEA contrasta con la diligencia con que el organismo de las Américas respaldó a Pedro Castillo cuando el ex presidente pretendía quebrar la institucionalidad para proceder a convocar a una constituyente. La resistencia del Congreso peruano ante el proyecto totalitario de Castillo fue interpretada por la OEA y los sectores progresistas del continente como una amenaza para el Estado de derecho y, en un acto inexplicable, se procedió a activar la Carta Democrática. En ese entonces el Consejo Permanente de la OEA aceptó la solicitud de Pedro Castillo y procedió a activar la Carta Democrática, invocando los artículos 17 y 18.
Como se aprecia, el mundo al revés. El Consejo Permanente de la OEA respaldó el proyecto de Castillo que terminaría en un golpe fallido, pero hoy se niega a exigir que el Consejo Nacional Electoral de Venezuela publique cada una de las actas de votación para proceder a una verificación internacional.
En esta jornada negra para la democracia y la libertad en la región, vale resaltar las valientes palabras del Canciller del Perú, Javier González Olaechea, quien criticó con dureza las abstenciones y las ausencias de las delegaciones diplomáticas.
De todas las formas posibles queda en evidencia que las abstenciones y ausencias son formas directas de respaldar a la dictadura venezolana, que se robó una elección y comienza a reprimir sin miramientos a un pueblo que sale a protestar a las calles.
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