A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Gustavo Petro acaba de ganar las elecciones de la segunda vuelta en Colombia con el 50.4% de los votos sobre Rodolfo Hernández, quien alcanzó el 47.3% de los sufragios. La trayectoria del nuevo jefe de Estado y las cercanías con Venezuela, de una u otra manera, vinculan a Petro con la lógica del Foro de Sao Paulo en la región. El ex guerrillero del M-19 se incorporó a la vida civil en los noventa, y desde entonces ha desarrollado una larga trayectoria en el sistema democrático.
Cualquier análisis en la evolución del futuro gobierno de Petro deberá considerar, en primer lugar, que el movimiento Pacto Histórico –que llevó al poder al candidato izquierdista–no controla las cámaras en un sistema político colombiano con anclajes institucionales de gran solidez, largamente superiores a las experiencias en Venezuela, Bolivia y Perú. Cuando la izquierda colombiana llega al poder no solo está ante una posibilidad, sino frente a un reto que puede acabar con cualquier sueño colectivista e ideológico.
El programa de Petro debería ser calificado de progresista; es decir, un programa izquierdista envuelto con todas las edulcoraciones neomarxistas que impiden a algunos denunciar la propuesta como anticapitalista o autoritaria. Sin embargo, la identidad del programa anticapitalista del nuevo jefe de Estado salta al primer golpe de vista cuando se analiza la propuesta de detener las exploraciones petroleras y reemplazar esta actividad por el turismo ecológico.
Todos los economistas han señalado que una medida de este tipo contraería la economía colombiana en 3.3% e, igualmente, que se afectaría el 40% de las exportaciones del país norteño. Si a esta propuesta descabellada le agregamos la permanente fórmula de aumentar impuestos para combatir la desigualdad, es evidente que el programa petrista podría terminar cambiando el modelo de Colombia.
El tiempo nos señalará si Petro se rinde a la ideología o acepta la realidad. El programa de la izquierda colombiana está repleto de todos los mitos y leyendas de la izquierda latinoamericana: se propone convertir al Estado en el gran empleador, se plantea reformar el sistema de pensiones basado en las cuentas individuales y se propone cambiar el sistema de salud. La lógica es la estatización.
Si bien Petro no ha planteado directamente una propuesta por una asamblea constituyente, diversos sectores de la coalición gobiernista sí proponen la fórmula tradicional del Foro de Sao Paulo en la región.
El triunfo de Petro en Colombia, inevitablemente, marca un giro hacia la izquierda de América Latina, que se tiñe de color rojo. Los gobiernos de Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Bolivia y Argentina nos revelan que la región se ha convertido en el escenario del triunfo político y cultural de las corrientes comunistas, colectivistas, neomarxistas, que se reformaron una y otra vez luego de la caída del Muro de Berlín a fines de los ochenta.
De otro lado, igualmente los mencionados triunfos de la izquierda también nos describen la miopía de las derechas regionales, que solo se dedicaron a defender las economías, los tratados de libre comercio y el trascendente papel de la inversión privada, pero renunciaron a los grandes temas culturales e ideológicos, determinantes en las últimas elecciones: cuestiones de género, derechos humanos y temas medio ambientales.
Sin embargo el avance de las izquierdas en la región también puede ser una especie de Waterloo para el colectivismo: los triunfos electorales se han desarrollado agitando programas contra los modelos económicos que han multiplicado el tamaño de las economías y han reducido pobreza como nunca en la historia de la región. ¿Cómo se puede desmontar ese modelo sin convocar la ira de las mayorías? Los frenazos económicos en Chile y Perú ya han puesto en apuros a los gobiernos colectivistas de ambos países.
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