A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
El histórico restablecimiento de relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba
Humo blanco para las gestiones del Papa. El anunció del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales de su país con Cuba, luego de 53 años de bloqueo y embargo a la isla, de alguna manera, representa el fin de la Guerra Fría que también afectó a América Latina en el siglo XX. Pero, sobre todo, puede significar el triunfo y la primacía del modelo de sociedad abierta que el Partido Comunista Cubano y la dinastía de los Castro negaron con intransigencia para la isla.
A partir de ahora ya no existirán argumentos sobre agresiones contra la soberanía de los isleños para restringir las libertades políticas y económicas; a partir de ahora el comercio entre Cuba y la gran potencia del norte, simplemente, se convertirá en el argumento ideológico más potente a favor de la democracia y el mercado. La sola comparación entre ambas sociedades derribará todos los muros habidos y por haber. Ya no habrá que bracear en medio de tiburones hasta las playas de Miami.
Estados Unidos y Cuba intercambiarán prisioneros políticos mientras el presidente Obama anuncia que establecerá embajada en La Habana y eliminará de la lista de países terroristas a Cuba. El mandatario estadounidense reacciona con audacia luego de la derrota de los demócratas en las elecciones legislativas de noviembre y desarrolla una vuelta de tuerca histórica con Cuba. Pese a sus reiterados yerros en política internacional, Obama se anota un lugar en la historia, al igual que Richard Nixon cuando se acercó a China y Jimmy Carter cuando impulsó los acuerdos de Camp David.
Raúl Castro, por su lado, viejo zorro de la escuela del Partido Comunista, sabe que el comunismo no va más, sobre todo, porque se acaba “el socialismo petrolero” con el que alguna vez soñó Hugo Chávez. El precio del barril del petróleo puede bajar a 40 dólares y los sueños imperiales de Rusia, los delirios de Irán y la megalomanía del sueño chavista, se derrumbarán como un castillo de naipes. Ya no hay posibilidades de subsidios a los isleños. La realidad es el mejor argumento contra las tercianas ideológicas. Cuba, entonces, opta por el pragmatismo: necesita abrirse a la diplomacia mundial, al comercio, al capital y a las inversiones que fluirán
Seguramente los Castro y los jerarcas del comunismo cubano sueñan en convertir a Cuba en una China chiquita: abrir los mercados, permitir la pequeña propiedad, fomentar la inversión extranjera, pero seguir reteniendo el poder. Todos tienen derecho a soñar, pero lo cierto es que en Cuba se ha abierto una transición hacia algo diferente. Ya no será la Cuba en ruinas con carros retaceados del siglo pasado, ya no será la sociedad en que se administra y se planifica la pobreza.
Los demócratas y libertarios deseamos que la isla se encamine hacia una plena sociedad abierta, no solo por la importancia de Cuba en el contexto latinoamericano, sino porque tiene un enorme valor simbólico. Si Cuba prospera hacia una democracia, las generaciones de americanos del futuro aprenderán de la historia cubana y sabrán los errores a evitar.
Ya sabemos que la historia no tiene fin porque avanza en zigzags, en círculos y, a veces, retorna al mismo punto de donde partió. Pero la noticia del restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales entre Estados Unidos y Cuba es enorme. Ráfagas de oxígeno a favor de la libertad en América mientras se achica el espacio del autoritarismo estatista en Venezuela. Hoy quizá Nicolás Maduro se empieza a quedar demasiado solo y con el precio del petróleo en picada.
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