A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Gustavo Petro, el candidato del llamado “Pacto histórico”, se presenta como el favorito en las próximas elecciones en Colombia. En las encuestas registra cerca de un 40% de intención de voto en la primera vuelta,. sobre Federico Gutiérrez, el candidato de la centro derecha y ex alcalde de Medellín. Igualmente, las proyecciones encumbran a Petro como ganador en la segunda ronda.
Petro es un ex militante de la guerrilla comunista del M-19, pero cita a Jacques Derrida para proponer la idea de un perdón generalizado en la sociedad, que posibilitaría la excarcelación de miles presos en Colombia. La izquierda cita a Derrida y habla de reconciliaciones, mientras se promueve la judicialización del ex presidente Álvaro Uribe con argumentos risibles. Sin embargo, el M-19 y Derrida son dos imágenes poderosas sobre cómo los comunismos tradicionales han evolucionado para mutar en los progresismos de la actualidad, habida cuenta que Derrida, el filósofo francés, era un crítico del totalitarismo soviético y también de “las sociedades occidentales que, tarde o temprano, evolucionarían al fascismo”.
El progresista no se considera comunista, pese a que todos sus esfuerzos y programas están orientados a acabar con los sistemas republicanos y la economía capitalista para establecer repúblicas plurinacionales. Gabriel Boric en Chile, igualmente, es un progresista posmoderno que guarda distancias del régimen de Nicolás Maduro y se declara seguidor de las tesis del boliviano Álvaro Linera sobre los pueblos originarios; sin embargo, más allá de cualquier maquillaje, el presidente de Chile está vinculado en cuerpo y alma al proyecto de nueva constituyente soviética para Chile.
Esas virtudes, maquillajes y sentidos de oportunidad tiene el progresismo. No es comunista, pero si anticapitalista y antirrepublicano. Sin embargo, si echamos una mirada al programa de Petro veremos la misma radicalidad de Hugo Chávez y Fidel Castro. Por ejemplo, ha propuesto acabar con la explotación petrolera; pero, a nuestro entender, existe una propuesta velada para estatizar la industria petrolera, una actividad que en Colombia representa más del 12% de los ingresos nacionales y alrededor del 7% del PBI, y que genera alrededor de 200,000 empleos directos.
Vale señalar que el país del norte es una potencia petrolera en la región y que en el 2018 superó a Venezuela en exportaciones de barriles a Estados Unidos. En cualquier caso, Colombia se ha convertido en una potencia exportadora regional ante el derrumbe de la industria en Venezuela, luego de la estatización del petróleo y de la empresa PDVSA.
Una de las cosas más interesantes del progresismo es que el anticapitalismo se suele envolver con ecologismo verde. Por ejemplo, Petro propone llenar el déficit que generaría el fin de las exportaciones petroleras con la industria del turismo. Plantea incrementar la actividad de 4.5 millones de turistas a más de 12 millones. ¿Es posible algo así? Vale destacar que Colombia en los últimos tres años ha firmado 39 contratos petroleros para exploración y explotación, por cerca de US$ 4,000 millones.
Según Petro no habrá nuevas exploraciones petroleras, se mantendrán las actuales concesiones, pero la estrategia de concentrar el poder de cualquier proyecto progresista –a nuestro entender– inevitablemente llevarán a la estatización de semejante riqueza.
Si hay dudas de la naturaleza progresista, vale anotar que Petro ha propuesto un “Pacto por el trabajo”, que busca convertir al Estado en empleador supletorio, que ofrecerá empleo a quienes puedan y quieran trabajar. ¿Qué significa algo así? Que el Estado empleará a los 3.5 millones de colombianos que buscan empleo. Una locura. Y si hay dudas, el candidato de izquierda ha planteado la estatización del sistema privado de pensiones.
Una de las paradojas del progresismo posmoderno es que afirma “los derechos individuales” y “las identidades de los sujetos” sobre cualquier argumentación. Sin embargo, al final del día, solo propone empoderar al Estado, estatizar todo el sector privado, de acuerdo a la receta marxista y bolchevique.
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