A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Gasto estatal, proteccionismo y corrupción hunden a Dilma Rouseff
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, está en medio de una tormenta. Con carteles de ¡Fuera Dilma! cerca de un millón de personas han marchado por las calles de 150 ciudades pidiendo la destitución de la gobernante a través de un “juicio político”. Con apenas 8% de aprobación es la tercera vez que Dilma afronta una masiva manifestación luego siete meses de haber sido reelegida. La causa del descontento social es el fracaso de un modelo económico que atraviesa por una severa recesión y los escándalos de corrupción que se destapan a diario en los medios de comunicación.
Según una encuesta de la empresa Datafolha, el 85% de brasileños que participaron en la convocatoria está de acuerdo con la destitución de la presidenta a través de un “impeachment” o un juicio político que solo es viable si es aprobado por la Cámara de Diputados y por la Cámara de Senadores en un complejo proceso. Los manifestantes culpan a la Presidenta de ser parte de una red de corrupción desde la empresa estatal Petrobras. Hasta el momento la “Operación Lavajato” ha llevado al banquillo a importantes políticos y empresarios, entre ellos al hombre de confianza del ex presidente Lula da Silva y ex número dos del Partido de los Trabajadores, José Dirceu.
El panorama económico del país vecino es además sombrío. Un informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) señala que el PBI sufrirá una contracción de 0,9%. Otros estudios establecen que la inflación anual pasará la cifra de dos dígitos. El boletín Focus del Banco Central de Brasil estima que la recesión económica en el vecino país se prolongará hasta el año 2017 derrumbando las esperanzas de recuperación en el mediano plazo.
Las consecuencias de la delicada situación económica tienen una razón: el modelo económico donde el Leviatán estatal funge de motor en la reducción de la pobreza y del crecimiento económico ha fracasado en todas las líneas. Durante los dos últimos lustros la izquierda latinoamericana santificó la política del ex presidente Lula da Silva y su seguidora. No obstante el modelo económico y político de Lula y Dilma, basado en el gasto público, el asistencialismo y el proteccionismo comercial, muestran ahora grietas insuperables y resultados funestos.
Es cierto que más de 40 millones de personas salieron de la pobreza, pero en base al gasto estatal, en base a los programas sociales. Solo el programa emblema “Hambre Cero” tiene a 13 millones de familias beneficiadas hoy. El milagro económico brasileño es el resultado de una operación exitosa entre el inmenso Leviatán benefactor, asistencialismo y populismo electoral antes que la inversión privada, el desarrollo de las fuerzas productivas y el mercado. Ahora que el precio de los commodities están a la baja, la economía brasileña muestra todas sus costuras y farras fiscales en tanto que el sector privado se repliega debido a la falta de competitividad y el proteccionismo comercial que establece el Mercosur y que ahora concita el rechazo del sector privado del gigante de Sudamérica.
En estas circunstancias el presidente del Senado brasileño, Renan Calheiros, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (MPDB), aliado del gobierno, da un golpe: propone el punto final al proteccionismo del Mercosur para dar paso al libre comercio. Todo indica que el modelo que la izquierda continental ponía de ejemplo se cae.
Dilma ha llamado al diálogo a la oposición y propone un paquete de 43 puntos para reactivar la delicada economía a través de un ajuste fiscal de US$ 23,000 millones y la privatización de la administración de la infraestructura de importantes sectores. No se sabe el siguiente capítulo de la novela brasileña, pero es evidente que en el país de la samba se sufre una pesadilla.
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