A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Luego de las elecciones para el Consejo Constitucional en Chile –en las que el Partido Republicano de José Antonio Kast consiguió más del 35% de los votos, sumando 22 consejeros de 51, y la derecha tradicional alcanzó 11 consejeros– ha quedado en evidencia que el proceso constituyente que se inició en Chile con el octubrismo insurreccional está llegando a su fin. Para revelar la catástrofe de las izquierdas comunistas y progresistas en Chile vale señalar que los sureños tendrán que definir si se quedan con la Constitución de la época de Pinochet –que fue reformada en 84 veces por los partidos de la ex Concertación– o con la Constitución de Kast.
Como se aprecia, la izquierda comunista sureña está en escombros. Pero no solo por allí se derrumba la zurda. En el Perú, luego del golpe fallido de Pedro Castillo y la consolidación del Gobierno constitucional de Dina Boluarte, las izquierdas comunistas y progresistas comienzan a perderlo todo, más allá de encuestas y percepciones. De alguna manera la sociedad peruana puede haberse curado de la inclinación a la aventura.
Algo parecido empieza a suceder en Colombia con el gambito autoritario de Gustavo Petro, quien convocó a las masas, a las guardias obreras y campesinas, a movilizarse contra la negativa del Congreso de aprobar su reforma de salud. La respuesta del Fiscal de la Nación, Francisco Barbosa y de las demás instituciones colombianas, contra los arrestos autoritarios de Petro comienzan a presentar a Colombia como una copia del proceso peruano en el que Pedro Castillo perpetró un golpe y terminó apresado. Veremos.
En Bolivia también se está dando un proceso similar. El enfrentamiento entre el presidente Luis Arce y Evo Morales por el “liderazgo histórico de la revolución” los ha llevado a una guerra sin cuartel en medio de la debacle del modelo económico –sin reservas en dólares– que amenaza con un ajuste que empobrecerá a más del 60% de la población. En Argentina, igualmente, se percibe la emergencia de Javier Milei, candidato liberal mientras se amplía el espacio de la centro derecha.
¿Qué ha sucedido en la región para que la brisa bolivariana pronosticada en Caracas –la mayor fábrica de pobreza en la región– deje de soplar de golpe? La respuesta parece simple: una cosa es permanecer en la oposición, en la crítica y organizar relatos y narrativas para embaucar a los pueblos, y otra bien diferente es gobernar, organizar sociedades viables. Y, sobre todo, administrar sociedades que venían creciendo a velocidades cruceros y reducían pobreza de manera sostenida.
Chile, primer productor mundial de cobre en tiempos de precios insuperables para dicho metal, entrará en recesión en el 2023 mientras la inversión privada caerá en más de 30%. Perú, segundo productor mundial de cobre, igualmente apenas crecerá sobre el 2.5% sin posibilidades de seguir reduciendo la pobreza.
Como se dice coloquialmente, una cosa es con guitarra y otra con cajón. Las izquierdas comunistas y progresistas en la región están destruyendo todos los procesos que habían posibilitado reducir la pobreza e incluir como nunca antes había sucedido en Hispanoamérica luego de la independencia de la corona española. Basta recordar que en Chile la pobreza se redujo debajo del 8% de la población y en el Perú cerca del 20% de la ciudadanía.
La destrucción institucional de las democracias, la lentificación del crecimiento económico, la fuga de capitales y el alejamiento de inversiones por acción de las izquierdas puede llevar a América Latina a convertirse en el último continente del planeta. Hoy, por ejemplo, los niveles de crecimiento e inversiones en África nos ponen en muy mala posición.
Por todas estas razones, los pueblos detienen la marea roja y todos tenemos el deber de combatirla y desaparecerla.
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