A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
La sociedad peruana tiene que desarrollar un intenso debate sobre el papel de las migraciones, la construcción de una sociedad libre, la consolidación del Estado de derecho y las libertades, y el respeto a los Derechos Humanos. Es un debate que está demasiado cerca porque los regímenes del llamado socialismo del siglo XXI se han extendido en la mayoría de los países latinoamericanos.
Quizá para ordenar el debate se debería establecer las causas de las migraciones masivas que revelan a familias desesperadas, a padres e hijos que se separan con tal de evitar el hambre y la persecución. Y es incuestionable que la causa de estas tragedias en América Latina está en el socialismo del siglo XXI, que ha causado la mayor tragedia humanitaria en la región. Cerca de ocho millones de venezolanos han migrado –es decir, cerca del 10% de la población– en busca de una alternativa contra la pobreza y la inanición. Entonces, las preguntas que emergen tienen que ver sobre cómo las Naciones Unidas contemporiza con la devastación que desata una minoría sobre la sociedad venezolana. ¿Cómo así el mundo democrático no hace nada –más allá de pronunciamientos– frente a esta especie de holocausto de baja intensidad que se escenifica en Venezuela? Si casi un tercio de la población se ve obligada a emigrar, ¿acaso no es hora de que el mundo asuma una decisión? Ante estos hechos, vale preguntarse ¿para qué sirve la globalización actual y cuál es la responsabilidad de los organismos multilaterales?
La responsabilidad de las migraciones masivas –que comienzan a causar graves problemas sociales e, incluso, tensiones geopolíticas entre los países sudamericanos– solo es responsabilidad del régimen bolivariano de Venezuela. De nadie más. No se puede entonces reflexionar sobre las migraciones, proponer salidas y alternativas, sin señalar a los responsables.
Por otro lado, una de las conclusiones a establecer es que las sociedades en donde se producen migraciones masivas y tragedias humanitarias son aquellas que no tienen viabilidad económica, social y política. Las sociedades donde no se producen migraciones generalmente son aquellas en donde existe Estado de derecho o existe un proceso de construcción institucional en base al equilibrio de poderes.
Si bien la distancia del Perú con el desarrollo determina que existan grandes franjas sociales que busquen migrar a países con Estado de derecho pleno (Estados Unidos y Europa), sin embargo, la continuidad de la institucionalidad democrática y el equilibrio de poderes determina que la explosión migratoria no sea asunto determinante en el país. Si Pedro Castillo hubiese continuado en el poder estamos seguros de que cerca de 10 millones de peruanos habrían migrado en el siguiente quinquenio.
Por todas estas consideraciones es evidente que el mundo democrático, la apuesta por la libertad, la apuesta por arrinconar la pobreza y la miseria en el planeta, debe proponerse también preservar las sociedades viables; es decir, los países con estado de Derecho consolidados o en camino de afirmarse. Y el Perú hoy en día es una de esas sociedades. De allí la enorme importancia de tener una posición clara sobre la migración, una posición que parta del criterio irrenunciable de preservar la viabilidad de nuestra sociedad, de alejarnos del fantasma de un Estado fallido.
Si se ignoran estas premisas en el debate sobre las migraciones, por un humanitarismo mal entendido, entonces habremos caído en la trampa de las corrientes comunistas y colectivistas que suelen agitar los temas migratorios – tal como lo hacen los temas de Derechos Humanos– para erosionar el Estado de derecho en el Perú. Finalmente, debemos recordar que los temas migratorios se debaten en las sociedades libres. En los regímenes sin Estado de derecho solo se empuja a la gente a migrar con desesperación.
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