A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Javier Milei ha ganado las elecciones en Argentina por más de 11 puntos porcentuales y el peronismo, el kirchnerismo, ha sido desplazado del poder. Considerando que el establishment político argentino es uno de los más poderosos de la región –únicamente comparable con el establishment que organizó el PRI en México en el siglo pasado–, y considerando también que el nuevo jefe de Estado emergió a la política como un outsider que se enfrentaba abiertamente al orden establecido, estamos ante una verdadera gesta, ante una verdadera épica que puede cambiar el destino de la Argentina y de la América Latina en general.
La abrumadora mayoría de argentinos votó por el cambio, y ahora le corresponde a Milei llevar adelante esa transformación, “la reconstrucción de Argentina”, tal como él lo expresó en su mensaje luego de la victoria. Sin embargo, las fuerzas democráticas, los latinoamericanos que pretendemos recuperar a nuestra región del desastre bolivariano y estatista, en realidad, no tienen tiempo para celebrar. Desde el 10 de diciembre, el presidente Milei deberá llevar adelante uno de los ajustes económicos y reformas estructurales más audaces de la historia reciente. Sin ajuste no hay futuro para Milei ni para la agenda libertaria. Cuando Mauricio Macri llegó al poder postergó el ajuste y se decidió por el gradualismo. Ya conocemos que su gobierno fue uno de los fracasos más estrepitosos de la derecha en la región.
El PBI actual de la Argentina suma aproximadamente US$ 500,000 millones y la deuda pública representa más del 85% de ese PBI encadenando a varias generaciones a pagar la farra fiscal de las últimas décadas, del peronismo y de sus amigos. Por otro lado, el gasto estatal en la Argentina suele representar montos largamente superiores a la recaudación tributaria. En este contexto, el Estado de bienestar tercermundista presiona por mayores tributos sobre el sector privado para seguir financiando la fiesta peronista y de sus clientelas. Si la recaudación no es suficiente se emiten pesos sin respaldo, se dispara la inflación y aparece el fantasma de la hiperinflación.
Milei asume el gobierno con la hiperinflación que toca a las puertas. No hay tiempo que perder. No hay gradualismos que considerar. El éxito o el fracaso de la administración de Milei, entonces, dependerá del ajuste en general, de la reforma del Estado, de la reducción de ministerios, del retiro de subsidios y de una correcta gestión de la deuda pública. Por otro lado, ninguno de esos objetivos serán viables sin la liberalización del comercio, la agricultura y la industria, sin las llamadas reformas estructurales que suelen causar gran sufrimiento.
El peronismo, las coaliciones sindicales y empresariales, formarán frentes e intentarán desarrollar oposiciones para frenar el ajuste y las reformas. Javier Milei, con el respaldo de Mauricio Macri y Patricia Bullrich, deberá formar las mayorías necesarias en las cámaras para hacer pasar las reformas (si se necesita leyes), mientras se estudia las polémicas propuestas de la dolarización de la economía y la eliminación del Banco Central de Reserva.
Así como alguna vez Winston Churchill, en plena Segunda Guerra Mundial, prometió a los británicos sangre, sudor y lágrimas, en vez de un camino fácil y paradisiaco, igualmente Javier Milei debe hablar con absoluta claridad a los argentinos sobre el sufrimiento que causará el ajuste de la economía argentina y el desarrollo de las reformas estructurales. Y esa claridad proviene del pleno convencimiento del nuevo jefe de Estado acerca de que es imposible empezar la reconstrucción de Argentina sin esa traumática decisión, sin enfrentar las dolorosas consecuencias de las irresponsabilidades históricas del peronismo.
Si se avanza en la reconstrucción de la Argentina, el gran país del Río de la Plata recuperará el lugar en el concierto mundial que nunca debió perder. Es decir, el de ser una economía preponderante en el planeta y de enorme peso en la región. Y de una u otra manera, la transformación de Argentina se convertirá en un poderoso vagón del cambio y la reforma en América Latina que, en las últimas cuatro décadas, ha perdido cualquier ubicación en el mundo.
Vale recordar que cuarenta años atrás, el PBI per cápita de América Latina superaba largamente al de los países asiáticos. Hoy sucede todo lo contrario. Nuestra región se ha estancado, ha dejado de crecer, mantiene niveles de pobreza inaceptables, mientras muchos países asiáticos han alcanzado el desarrollo. De allí la enorme importancia de la reconstrucción de Argentina.
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