A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
El juez del Juzgado Especial Primero del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela acaba de emitir una orden de arresto en contra de Edmundo González, el presidente electo en las últimas elecciones nacionales. En la mencionada orden de detención se citan diversos delitos para ocultar la incuestionable persecución política en contra de González, a quien se pretende censurar por sus permanentes denuncias en contra del fraude electoral, que aplasta la voluntad popular del pueblo venezolano.
Ante esta situación los gobiernos de Argentina, Costa Rica, Guatemala, Perú, Paraguay, República Dominicana y Uruguay emitieron un comunicado condenando la persecución política en contra de González y de la oposición llanera. Por otro lado, en un acto sin precedentes, Estados Unidos incautó el avión presidencial de Nicolás Maduro luego de determinar que la adquisición de la nave violó las sanciones estadounidenses a Venezuela. Brian Nichols, subsecretario de Estados para Asuntos del hemisferio occidental de Estados Unidos, criticó con dureza la decisión del chavismo de arrestar a González y señaló que “en vez de reconocer su derrota electoral y prepararse para una transición pacífica Maduro ordena la detención del líder opositor”.
De esta manera el aislamiento del régimen chavista se convertía en una verdad incuestionable. La dictadura venezolana seguía contando con el respaldo de las dictaduras de Cuba y Nicaragua y la neutralidad o el respaldo de los gobiernos de Brasil y Colombia. A nivel planetario la convergencia antioccidental de China, Rusia e Irán seguía alentando la continuidad del régimen chavista.
En este contexto, la Organización de Estados Americanos (OEA) permanece paralizada por la censurable división que producen los países que toleran a la dictadura venezolana y los gobiernos vinculados al eje bolivariano. Una situación que revela la increíble y extraña Guerra Fría que se padece en la región alrededor de modelos políticos, económicos y sociales.
El endurecimiento de Maduro en contra de la oposición y la orden de arresto en contra de González dejaban en claro que cualquier posibilidad de una transición pacífica y dialogada se esfumaba. Ante semejante situación la oposición venezolana tenía que prepararse para una larga y prolongada resistencia en que la estrategia de desobediencia civil, pacífica y sin violencia, mantuviera a la sociedad movilizada en contra del régimen dictatorial.
En ese sentido, la movilización democrática mundial por la nominación de Corina Machado al premio Nobel de la Paz se convierte en un objetivo impostergable para respaldar la lucha democrática del pueblo venezolano. El Nobel de la Paz y la desobediencia civil son armas letales en contra de las dictaduras y todo tipo de autoritarismos, tal como lo demostraron el liderazgo de Mahatma Gandhi en la lucha por la independencia de la India, la increíble estrategia pacífica y democrática de Nelson Mandela contra del Apartheid en Sudáfrica y, por supuesto, la gesta de Martín Luther King en la expansión de los derechos civiles para los afroestadounidenses.
Corina Machado debe ser la próxima Nobel de la Paz porque su liderazgo y lucha simbolizan la lucha por la libertad en el mundo en contra de todas las formas de totalitarismos y autoritarismos, y también porque su vocación por la paz la convierte en un ejemplo político para toda la región y el mundo.
Es incuestionable que la desobediencia civil en contra de la dictadura venezolana es el instrumento principal para mantener al pueblo venezolano movilizado en contra de la arbitrariedad. Y también representa la herramienta fundamental para convencer a un sector importante de las fuerzas armadas acerca de que no se puede seguir disparando en contra de los venezolanos que buscan paz y libertad, en contra de los amigos, de los vecinos, de los hermanos y familiares.
COMENTARIOS