A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Javier Milei asumió la presidencia de la República Argentina ratificando su condición de outsider político y confirmando el plan de shock y ajuste económico que presentó durante la pasada campaña electoral. Confirmó su naturaleza de outsider –más allá de sus necesarias alianzas con el macrismo– porque luego de recibir el mando presidencial del expresidente Alberto Fernández, en vez de dirigirse a los congresistas y senadores reunidos en el recinto legislativo, prefirió dirigir su primer mensaje a la nación en las escalinatas del Congreso. El establishment recibió el gesto con mucha acidez y algunos lo interpretaron como provocación; sin embargo, al parecer, Milei pretendía señalar que su administración era una de ruptura y de abierta confrontación con la casta política.
En su primer mensaje a los ciudadanos argentinos, Milei señaló que su gobierno era el que recibía la peor herencia económica y social de cualquier administración previa. Una especie de apocalipsis económico. Explicó que Argentina está en estanflación en los últimos 12 años; es decir, una destructiva combinación de inflación y recesión económica que se había convertido en aumento de pobreza y pérdida de calidad de vida. Aseveró que el 45% de los argentinos estaban debajo de la línea de la pobreza y el 10% padecía de indigencia. Por otro lado, explicó que el déficit fiscal sobrepasaba el 15% del PBI, y que el 5% correspondía al Estado y el otro 10% a la deuda del Banco Central. Asimismo, describió con detalles aterradores la deuda pública argentina, que sobrepasa el 85% del PBI nacional; aterradores porque informó que estaban vencidos alrededor de US$ 100,000 millones, que se suman a los más de US$ 400,000 millones acumulados.
Déficit y deuda pública, pues, parecían los dos jinetes del apocalipsis que enfrentaba la economía argentina. En este contexto, Milei señaló que para salvar la economía nacional no existía otra alternativa que el shock económico, el ajuste de la economía, aclarando que el gradualismo no es una posibilidad porque no existía ninguna posibilidad de financiamiento. No hay plata, dijo recordando que los tratos con el Fondo Monetario Internacional, incluso, estaban paralizados. El nuevo mandatario de la Argentina dejó en claro que sin el shock económico el país gaucho estaba condenado a una hiperinflación que podía llegar al 15,000% e incrementar la pobreza al 90% de la población y la indigencia a cerca del 50%.
Si bien Milei no explicó con detalles en qué consistiría el shock, necesario para reducir el gasto estatal en 5% del PBI, sí señaló con absoluta claridad que el costo del ajuste sería asumido por el Estado y de ninguna manera por los privados. En el mensaje de Milei faltó precisar cómo se iba a producir el ajuste en el Estado y las posibles reducciones en los subsidios. En cualquier caso, el ministro de Economía, Luis Andrés Caputo, explicará las cosas con precisión en el Congreso.
El mensaje de Milei era un solo: habrá ajuste y la casta política estatal pagará los platos rotos del dispendio. Faltaron los detalles que se necesita conocer de un shock económico exitoso, precisiones sobre cómo acabar con los más de 300 tipos de cambio que –según el jefe de Estado– acumulan retrasos cambiaros entre el 150% y 200%, y qué sucederá con todas las sobrerregulaciones y proteccionismos que han creado los sectores económicos dependientes de la dádiva estatal.
Sin embargo, más allá de la falta de detalles o de las explicaciones de las siguientes reformas estructurales, el mensaje de Milei dejó en claro que el ajuste y el shock económico son lo único que puede salvar a Argentina de la tragedia económica de la hiperinflación y la generalización de la pobreza y la indigencia. Es decir, el ajuste es lo único que puede salvar al gran país gaucho de reeditar la devastación que padece Venezuela.
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