A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Javier Milei, con el movimiento La Libertad Avanza, alcanzó la votación más alta en las elecciones PASO, las primarias argentinas, previas a las elecciones nacionales del próximo 22 de octubre. Los más optimistas señalan que el candidato libertario podría seguir creciendo en las adhesiones hasta ganar en primera vuelta. Los menos optimistas aseveran que, de todas maneras, estará en la segunda ronda enfrentando a Patricia Bullrich de Juntos por el Cambio o al oficialista Sergio Massa de Unión por la Patria.
Algunos analistas señalan que Massa tiene más posibilidades de crecer que Bullrich, porque sumaría los votos de las opciones de izquierda que no alcanzaron el 1.5% de los votos y quedaron eliminados de la competencia electoral. Y también porque el voto centrista podría engrosar al oficialismo, frente a la emergencia de la candidatura de Milei.
Una de las cosas que sí parece segura es que Milei de todas maneras estará en el ballotage frente a Bullrich o Massa. Y otros de los hechos que parecen posibles es que en la renovación parcial de la cámara baja y del Senado la centro derecha podría conseguir los votos necesarios para desarrollar reformas promercado y convertir nuevamente a la Argentina en una de las locomotoras del crecimiento de América Latina.
No obstante, lo que sí parece seguro es que Milei seguirá sumando votos, porque al margen de cualquier adhesión, rechazo o punto de vista, Milei es el candidato del antisistema argentino. Y el sistema argentino –el concepto de Estado, de economía y de política– se cae a pedazos. Las semanas y días que restan para las elecciones nacionales del 22 de octubre, cuando se elegirá al jefe de Estado y se renovará parcialmente las cámaras, solo revelarán la tragedia económica argentina: hoy las bóvedas de los bancos no se dan abasto para guardar los pesos que, con cada hora, crecen en cantidades y pierden valor.
El voto de Milei es un voto neto en contra del programa y la ideología de las izquierdas latinoamericanas, ese sector político que, con sus triunfos electorales en la región, ha convertido a Hispanoamericana en el área de menor crecimiento en el planeta y con más aumento de pobreza. La Comisión Económica para América Latina proyecta que la región apenas crecerá 1.2%, mientras que África superará el 3%. La llegada al poder de las izquierdas, pues, ha destruido el futuro regional.
El voto antisistema que representa Milei se dirige frontalmente en contra del modelo político y económico de la izquierda. Argentina es un país destruido porque durante el siglo XX y lo que va del XXI se dedicó a gastar más de lo que recaudaba. No obstante la riqueza y la capacidad de la economía gaucha para convertirse en una verdadera potencia mundial, la pobreza monetaria alcanza al 40% de la población, más allá de los discursos del peronismo y del kirchnerismo a favor de los pobres y los descamisados.
El PBI de Argentina suma alrededor de US$ 500,000 millones; sin embargo, la deuda pública representa cerca del 85% del PBI. Argentina vive prestándose para mantener la ilusión de un nivel de vida. El déficit fiscal, sin considerar el pago de la deuda pública, suma alrededor del 3% del PBI y, al momento de las elecciones de las primarias PASO del domingo pasado, había reservas negativas internacionales den menos de US$ 12,000 millones. De allí que la inflación supere los tres dígitos y se acerque al 120%.
Sin embargo, la izquierda kirchnerista sigue orgullosa del Estado empresario, con más de 100 empresas en los llamados sectores estratégicos. De allí la negativa peronista a reducir ese gigantesco Estado que es la causa de que una nación llamada a ser una potencia mundial se sumerja en la pobreza y la destrucción.
El voto a favor de Milei es en contra de ese sistema, en contra de ese establishment, que, utilizando el evangelio marxista acerca de que los trabajadores producen la riqueza, mantiene un modelo económico que regula precios y mercados, expande el gasto estatal, empodera el Estado y subordina la inversión privada. Un modelo que en el siglo XX –con la experiencia soviética– se convirtió en la mayor fábrica de pobreza de la historia de la humanidad y que, no obstante, la feligresía marxista y populista suele defender para llegar al poder.
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