A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
La impopularidad y la división del chavismo socavan régimen de Maduro.
Son dos las fortalezas fundamentales de los autoritarismos actuales en América Latina: La primera es la popularidad real del caudillo, y la segunda es la unidad del bloque que respalda al líder, una unidad que le permite imponer una agenda política, económica y social en la sociedad. Arrastre popular y unidad monolítica parecen ser las claves de estos autoritarismos. Así pasó con el fujimorato, el régimen chavista y viene sucediendo en Bolivia y Ecuador.
La experiencia peruana es aleccionadora. El lado oscuro del fujimorismo se sostuvo en el carisma y la popularidad indiscutibles de Alberto Fujimori, en el control político del Poder Judicial, del Ministerio Público, de las fuerzas armadas, en la mayoría absoluta del Congreso, pero fundamentalmente en la popularidad presidencial y la unidad del bloque gobernante.
El ocaso del fujimorismo sobrevino cuando cayó la popularidad del líder como consecuencia de la polarización política. A fines de los 90, dicho apoyo había caído desde un 60% a un 40% aproximadamente, mientras que la oposición se fortaleció y tomó la iniciativa política con el apoyo de la comunidad internacional, en respuesta a las políticas autoritarias que dañaron la institucionalidad democrática. Cuando Alberto Fujimori dejó el poder y se marchó del país, el 2000, su régimen ya se había desplomado.
Aquel escenario parece repetirse hoy en Venezuela con Nicolás Maduro. El régimen autoritario chavista empieza a resquebrajarse como consecuencia de una creciente caída de la popularidad de su líder provocada por la crisis económica, la escasez de productos básicos, la inseguridad y la represión.
Las últimas encuestas revelan que apenas el 30% de la población aprueba la gestión del gobierno mientras el 70% la desaprueba. Venezuela se encuentra hoy polarizada, dividida, y Nicolás Maduro no tiene el carisma ni la capacidad que tuvo su mentor Hugo Chávez para encarar y remontar las adversidades políticas. Ante cualquier crisis, el chavismo venezolano se unía como un puño detrás de Chávez.
Hoy la situación distinta. Mientras Maduro observa angustiado que se desmorona su popularidad y que su liderazgo es cuestionado abiertamente por dirigentes “históricos” del chavismo como Jorge Giordiani, mentor de Hugo Chávez; Héctor Navarro, otro miembro del séquito personal del fallecido comandante; y Rafael Isea, ex ministro de Finanzas, entre otros, quienes han alzado la voz para decir que Maduro no transmite liderazgo, da la sensación de vacío de poder y toma decisiones económicas equivocadas.
Semejantes cuestionamientos han tenido efectos políticos equivalentes a los de un misil que impacta en la línea de flotación de un buque. En su intento de evitar el naufragio, el autócrata ha iniciado una purga en su partido político, emulando a los jerarcas soviéticos de antaño. El mundo está a la expectativa: ¿ La crisis en las alturas de Maduro, que el marxismo suele mencionar cuando se desata una crisis en el bloque dominante, significará el colapso y el repliegue del autoritarismo venezolano? En todo caso, ante la purga chavista tal vez pronto será más apropiado hablar de madurismo que de chavismo.
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