A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
El viernes pasado varios policías de Ecuador ingresaron a la embajada de México en Ecuador, golpearon a los diplomáticos de la sede diplomática y capturaron a Jorge Blass, ex vicepresidente de ese país, condenado a ocho años por corrupción de funcionarios. El asalto a la embajada, desde el punto de vista del derecho internacional, representa una violación a todos los principios.
Vale señalar que el artículo 22 de la Convención Viena, tratado que regula la relación entre los estados del planeta, señala categóricamente que las sedes diplomáticas son inviolables y gozan de una extraterritorialidad que el mundo en general reconoce. Si bien es verdad que cuando México otorga asilo a Jorge Blass, condenado por corrupción, viola abiertamente el tratado de Caracas sobre el asilo diplomático, nada justifica la violación de la sede diplomática. Ante la decisión mexicana, Ecuador simplemente no debió autorizar el salvoconducto para la salida de Blass e interponer una demanda ante el sistema interamericano de Derechos Humanos y el sistema de justicia internacional.
La decisión de la administración del presidente Daniel Noboa debería causar enorme preocupación entre los demócratas del mundo y, particularmente, entre los de la región. ¿Por qué? En este preciso momento, en Venezuela seis integrantes del comando de campaña electoral de María Corina de Machado están asilados por Argentina, y permanecen en la sede diplomática gaucha para salir del país. ¿Qué sucedería si el antecedente de Ecuador es utilizado por la dictadura venezolana? Unos días atrás el presidente Javier Milei reforzó militarmente la sede diplomática en Caracas porque la dictadura cortó la luz. Mucho antes, el dirigente Leopoldo López consiguió el asilo político luego de refugiarse en la embajada de España.
Asimismo, el Perú debe recordar el asilo de Víctor Raúl Haya de la Torre en la embajada de Colombia durante más de cinco años. La dictadura del general Manuel Odría se negó a otorgar el salvoconducto de salida, pero no se atrevió a intervenir la sede diplomática.
Quienes luchan por la libertad en el mundo y la región, quienes padecen de persecución política, deben observar con extrema preocupación los hechos porque se ha dado un poderoso argumentos a las dictaduras, al eje de potencias que pretenden debilitar a las sociedades occidentales y, sobre todo, a los enemigos de la libertad en la región, el llamado eje bolivariano.
Por otro lado, la naturaleza del gobierno de Noboa en Ecuador, es decir un gobierno de centro derecha que lucha contra el eje Cuba- Caracas, debilita de gravedad la lucha ideológica y cultural en contra del chavismo porque, de una u otra manera, genera la imagen de que quienes luchan por la libertad regional utilizan los mismos métodos de los que la aplastan y la destruyen. De ninguna manera.
Por todas estas consideraciones, causa profundo dolor contemplar el cinismo de las dictaduras de Cuba y Nicaragua, que ahora condenan el asalto de la embajada mexicana y aparecen como defensores del derecho internacional. Igualmente causa estupor observar a Manuel López Obrador –presidente de México–, enemigo de la democracia latinoamericana y del Perú, victimizarse frente al grave yerro del gobierno de Ecuador. Los peruanos recordamos cómo López Obrador respaldó abiertamente el golpe de Estado de Pedro Castillo, se negó a entregar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico a nuestro país y presionó para legitimar el golpe que fracturaba nuestro Estado de derecho.
En cualquier caso, en medio de la polarización regional entre las fuerzas que defienden el sistema republicano y la economía de mercado en contra de la amenaza autoritaria, neocomunista y chavista del eje bolivariano, vale recordar que las sociedades de Occidente llegaron al desarrollo no solo por las revoluciones económicas y tecnológicas, sino porque en términos institucionales y morales siempre representaron una alternativa superior a los enemigos eternos de la libertad. ¡Nunca perdamos esa supremacía!
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