Crisis de gobernabilidad en Ecuador y ofensiva correísta

Parafraseando el Manifiesto del Partido Comunista del viejo Marx, se podría sostener que un fantasma recorre América Latina: el fantasma del proyecto bolivariano (léase comunista o progresista). Todas las fuerzas de América Latina se han unido en santa cruzada para enfrentar ese fantasma: las democracias y las constituciones que han permitido reducir la pobreza como nunca en la historia republicana en la región y los jefes de Estado que intentan cambiar las estructuras colectivistas que pretenden perpetuar la pobreza y los proyectos totalitarios. 

El parafraseo puede ser demasiado largo y exagerado, pero sirve para entender por qué América Latina se ha convertido en una de las regiones más inestables del planeta. La región está en guerra, en lucha, contra un gran movimiento neocomunista. Quien lo niegue o es parte de la asonada o es un incauto.

El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, acaba de disolver la Asamblea Nacional y convocar a elecciones adelantadas para el Ejecutivo y el Legislativo. Y la postal de crisis de gobernabilidad es la misma que se padece en Bolivia, Perú, Chile y que ha devastado a Venezuela –uno de los países más ricos de la región– y sigue esclavizando a Cuba.

Lasso anunció que se disolvía el Legislativo y se convocaban elecciones generales adelantadas. De esta manera el jefe de Estado aplicaba el artículo 148 de la Constitución que le otorga la facultad de disolver la Asamblea Nacional mediante la llamada “muerte cruzada”. Lasso tomó esta decisión un día después de que el Legislativo iniciará un proceso de destitución que requería sumar 92 votos de un total de 137.

¿Cómo explicar la crisis de gobernabilidad en el Ecuador? A nuestro entender el Gobierno de Lasso no pudo construir un modelo económico y un Estado alternativos al correísmo. El legado de Rafael Correa ha sido devastador para el Ecuador. Con una economía pequeña (PBI) de algo más de US$ 100,000 millones, los ingresos de la economía ecuatoriana dependen casi en un 40% de los precios del petróleo. Sin embargo, el precio del petróleo es tan volátil como la política latinoamericana. Por ejemplo, el barril de crudo en 1998 se vendió a US$ 7, en el 2017 a US$117 y hoy oscila entre US$ 70 y US$ 75.

Como todo dictador bolivariano, Rafael Correa gobernó entre el 2007 y el 2017 –una década ininterrumpida– y gozó de precios inmejorables del petróleo. Con esos recursos expandió el gasto estatal hasta el extremo de que el 90% de los ingresos del Estado están comprometidos en estos rubros. Algo más. Correa endeudó el Estado a niveles impensados y comprometió el futuro de los ecuatorianos. Ni el Gobierno anterior de Lenin Moreno ni el de Lasso pudieron reformar el Estado populista del correísmo. Vale recordar que unos meses atrás, Lasso pretendió desarrollar un ajuste con los subsidios de los combustibles; sin embargo, una revuelta social alentada por el eje bolivariano lo hizo retroceder.

Es en este contexto político y social en que se ha desarrollado la polarización entre el Ejecutivo y el Legislativo. El actual presidente enfrenta una mayoría congresal adversa controlada por el correísmo que ha intentado, hasta en cuatro ocasiones, destituirlo. En el actual juicio político que se iba a votar el próximo sábado se acusa a Lasso de peculado por contratos de servicios en el transporte del petróleo, no obstante que esos contratos fueron firmados durante el Gobierno de Lenin Moreno.

De esta manera la región latinoamericana comienza a parecerse a una especie de polvorín en donde las explosiones se producen de aquí para allá. Un polvorín organizado y alentado por el eje bolivariano que promueve constituyentes en Chile, moviliza guardias campesinas en Bogotá, y perpetra un fallido golpe de Estado en el Perú. Hoy la democracia ecuatoriana se defiende, y ojalá que los electores del norte sepan distinguir entre los problemas y las ineficacias, y el infierno chavista que empobrece a la sociedad e instala el totalitarismo.