A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Bachelet retoma el sendero desastroso del estatismo.
Al cumplirse los primeros 100 días del gobierno de izquierda en Chile, el balance es desalentador. El retorno de políticas estatistas, y la imposición de éstas por la fuerza de una mayoría parlamentaria, socavan los fundamentos democráticos y económicos que convirtieron a Chile en el país más próspero de la región. Las consecuencias ya empiezan a verse en las cifras macroeconómicas.
El ritmo de crecimiento del PBI se ha desacelerado: Según las estadísticas oficiales, la meta de dicho crecimiento para este año ha bajado en solo dos meses: en abril fue proyectada en 5%, y en junio fue revisada a la baja ubicándose en 3.7%. ¿En cuánto ha incidido en esta caída la pérdida de confianza de los inversionistas? Ya lo sabremos, pero es evidente que la política tiene mucho que ver.
Cuando la presidenta Michellel Bachelet prometió las reformas que viene ejecutando, pocos en el país del sur podrían imaginarse que lo haría de la manera en que lo está haciendo, pasando por encima del entendimiento y el diálogo, sin acuerdos previos, valiéndose del “carpetazo” propio de las democracias precarias y los autoritarismos.
Al igual que la España post-Franco, después de una larga dictadura, Chile logró recuperar la democracia, levantar su economía y reconciliar a su pueblo, mediante un proceso de transición democrática que unió a su clase política - desde el Partido Socialista hasta la derecha pinochetista - en un gran acuerdo basado en el respeto a la democracia y la libertad económica.
La estabilidad política y la prosperidad económica durante más de 20 años fueron los frutos del respeto a dicho acuerdo por cuatro gobiernos de la centroizquierdista Concertación Democrática ( Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet) y uno de la convergencia de las derechas (Piñera).
Dicho acuerdo ahora es negado por el segundo gobierno de Bachelet. La alianza de izquierda Nueva Mayoría ha dejado en claro que dialogará con la oposición después de aprobarse sus reformas. Así ha ocurrido en la Cámara de Diputados, que sancionó por mayoría, y sin mayor debate, la reforma tributaria.
Una de las fuerzas que integran Nueva Mayoría es el Partido Comunista. Por influencia de éste, al parecer, Bachelet se ha convertido hoy, paradójicamente, en la opositora número uno de las políticas de los gobiernos de la Concertación Democrática, e incluso parece decidida a desmontarlas.
Sus reformas están orientadas a restaurar la fuerte presencia del Estado en la economía que antaño condujo a los chilenos a la pobreza y el caos que precipitaron la dictadura de Pinochet. El sesgo estatista de sus reformas supone un golpe duro al corazón del modelo de desarrollo que en 20 años sacó a Chile de la pobreza extrema: La confianza.
A las debilidades de la educación el actual gobierno responde con subsidios y más universidades estatales. Y para financiar sus reformas propone una reforma tributaria que cancela el fondo de reinversión (FUT) que ha permitido el crecimiento de las empresas chilenas pequeñas y grandes.
Chile ha ingresado a un camino peligroso, guiado por una visión ideologizada de su gobierno que plantea algunas interrogantes, además, para el futuro del más exitoso proyecto integracionista de la región, la Alianza del Pacífico. Por lo pronto, Bachelet ya se ha aproximado a la Unasur de Maduro y Evo Morales. Chile está hoy en una encrucijada: ¿Continuar en libertad y democracia o virar hacia el estatismo que conduce inevitablemente al autoritarismo?
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