Argentina y los “buitres”

¿Es el Estado argentino una víctima inocente del “imperialismo financiero”?                                                                                                  

La izquierda latinoamericana ha montado toda una campaña internacional en la que se intenta presentar al gobierno populista argentino como una supuesta víctima de especuladores inescrupulosos y malvados que quieren aprovecharse de ese país. Los hechos, sin embargo, contradicen esa versión e indican que el régimen de Cristina Kirchner simplemente se niega a honrar sus deudas pendientes, lo cual es censurable desde todo punto de vista.

La campaña sostiene en primer lugar que el juez de Nueva York que ha fallado a favor de los acreedores que reclaman que se les pague, estaría siendo digitado por el “imperialismo fiinanciero”, cuando en realidad el gobierno argentino se sometió voluntariamente a la jurisdicción de la justicia neoyorkina cuando firmó el contrato de préstamo. Nadie lo obligó .

Les llaman “fondos buitre” porque, así como los buitres se alimentan de basura o carroña, ellos invierten en deuda “basura” que los deudores se niegan a pagar. Compran títulos de deuda a valores inferiores y después se dan el trabajo de invertir en largos procesos de cobranza para recuperar su inversión y una ganancia. Esto es lo que está ocurriendo con Argentina y el Fondo Elliot.

Este caso nos demuestra, una vez más, que las deudas se pagan siempre, tarde o temprano. Pero más allá del término peyorativo de “fondos buitre”, esas empresas cumplen un papel en el fondo positivo al impedir que los malos deudores se salgan con la suya. ¿Se imaginan qué sucedería en el sistema financiero sin nadie pagara sus deudas? Los principales perjudicados serían los países con mayor necesidad de financiamiento, es decir los más pobres.

Ahora bien, Argentina podría cancelar dichas acreencias destinando solamente el 10% de lo que recaudó en impuestos en junio último, pero no lo hace simplemente por razones políticas: Necesita justificar el desmanejo económico, la inflación y la caída de la producción. Ha encontrado la coartada perfecta: El “imperialismo financiero”.

Es la vieja historia de los populismos y autoritarismos: inventan fantasmas para justificar sus despropósitos en economía. En Argentina, esta historia se remonta al siglo pasado, según lo acaba de recordar el investigador argentino Nicolás Turdo, en un artículo publicado por el Instituto CATO, en el que recuerda que la decadencia de Argentina se inició en 1935, cuando el Estado empezó a aplicar la política monetaria expansiva para compensar el excesivo gasto público. Fue entonces cuando los argentinos empezaron a convivir con la inflación y al parecer se han acostumbrado. A ello se sumó la estatización de las empresas ferroviarias, del petróleo, la energía eléctrica, etc., con lo cual crecieron el Estado, el centralismo, el mercantilismo, el proteccionismo, hasta llegar a la situación actual de crisis permanente.

Pero Argentina logró antes construir una nación próspera a partir de la Constitución liberal de 1853, redactada por Juan Bautista Alberdi, que fue casi una copia de la de los Estados Unidos. Hasta 1914 aumentó su área sembrada de 500 mil hectáreas a 24 millones de hectáreas, sus exportaciones subieron de 30 millones de pesos en 1870 a 389 millones en 1910, su red ferroviaria creció de 732 kilómetros a 28 mil kilómetros.

Entre 1869 y 1930 redujo el analfabetismo de 70% a un 22%, y la tasa de escolaridad aumentó de 20% al 64%. La mortalidad bajó en 1908 a 15.2 por mil habitantes, mientras que en Berlín era 14.8, en Londres 15.1 y en Nueva York 18.6. Entre 1880 y 1920, la economía argentina creció 42 veces, era la más grande de Sudamérica y una potencia mundial

La Argentina de hoy es una sombra de lo que fue: Vive desde hace décadas estancada entre crisis constantes, con inflación crónica, indicadores sociales críticos, e inestabilidad política y social casi permanente. Ostenta además el triste récord de ser el único país que transitó del desarrollo al subdesarrollo. Y todo por culpa de las políticas estatistas y populistas.