Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
¿Por qué la economía creció apenas 1.8% en mayo?
Hasta que el frenazo económico se volvió incuestionable, irrefutable. La economía creció apenas un 1.8% en mayo cuando creíamos que el 2% del mes anterior era el fondo que íbamos a tocar. De esta manera el rendimiento económico del primer semestre es tan deficiente que, tirios y troyanos, revisan sus proyecciones de crecimiento a la baja. El Ministerio de Economía y el Banco Central de Reserva se estrellan con la realidad y comienza a hablar de un poco más de 4% del PBI.
Claro que las cifras dan para todo tipo de debate. Algunos dirán que el frenazo se explica por la recesión mundial y los precios de los minerales, no obstante que China crece 7%, la economía planetaria ya empezó a expandirse y los precios del cobre y el oro continúan por encima del promedio de la última década. Quienes apuestan por estas interpretaciones subrayan que se trata de las desgracias del modelo primario–exportador y volverán a hablar de la necesidad “diversificar el aparato productivo” como una manera de calentar el debate del modelo hacia el 2016.
Pero, ¿dónde está la verdadera raíz del frenazo? La cosa es simple: el sector privado representa el 80% del total de la inversión en el Perú y la inversión privada venía incrementándose en cerca del 15% en promedio anual. El crecimiento de esa inversión ha sido cero en el primer semestre del 2014: allí está la madre del cordero del frenazo económico. Si China y el mundo siguen expandiéndose, si los precio de los minerales están aceptables, ¿por qué se ha desplomado el crecimiento de la inversión privada?
Durante los primeros dos años de gobierno, el régimen nacionalista se dedicó a envenenar a los mercados y a contemporizar con los radicalismos que, con el pretexto de preservar el medio ambiente, paralizaron inversiones que vamos a lamentar durante mucho tiempo.
Cuando el gobierno pretendió comprar la refinería de La Pampilla para restablecer el monopolio estatal de los combustibles, ¿no imaginó acaso que iba a destruir la confianza empresarial? Una confianza sobre la que se planea inversiones en lustros e incluso décadas y desaparece de un momento a otro. Hasta cuando una pequeña inversión se paraliza por efecto de la desconfianza demora años en ser retomada.
Cuando el presidente Humala se despachó contra el lucro de las inversiones en educación y salud, ¿no imaginó que los burócratas del Estado verían ese mensaje como una luz roja contra el empresario y, por lo tanto, crearían un bosque de trámites para poner en vereda a los malos de la película? ¿Nadie se da cuenta de que la tramitología es la consecuencia natural de la demonización del inversionista?
Los hechos que mencionamos representaron humo tóxico para los mercados y los mercados respiran señales del poder público. Semejante situación parece ser la consecuencia inevitable de un gobierno que ha mantenido el modelo económico no por convicción sino presionado por una mayoría política, social y mediática. Una cosa es creer en la economía libre y otra es convivir con ella, porque no existe margen de maniobra para algo diferente.
Si bien el régimen parece haber entendido que con el frenazo económico cualquier juego político hacia el 2016 está descartado e impulsa el reciente paquete reactivador para promover inversiones, destrabar parte de la tramitología y beneficiar a los contribuyentes, las señales erráticas siguen lanzándose a los mercados.
La reciente ley universitaria se aprobó intentando estigmatizar a la inversión privada en educación, el jefe de Estado acaba de despacharse en Europa un discurso tan agresivo contra las empresas mineras extranjeras que nadie lo entiende y, encima, anuncia que el eje de su discurso económico para el 28 de julio versará sobre la llamada “diversificación del aparato productivo”. ¿Por qué hacerle concesiones al estribillo izquierdista del modelo primario-exportador si estamos hablando de acabar con la tramitología?” En todo caso, en Palacio se suele escribir cosas con la derecha para luego borrarlas con la izquierda. ¿Hasta cuándo?
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