Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
Las oenegés anticapitalistas que han construido los relatos en contra de la minería moderna en las últimas dos décadas, de una u otra manera, deberían preocuparse –si tienen buena voluntad– por el avance de la minería ilegal en el país, que alimenta la ola criminal que afecta a ricos y pobres, a grandes empresas y pequeñas bodegas y panaderías. ¿Por qué? Porque en las áreas nacionales en donde estas narrativas han detenido a la minería moderna ha comenzado a surgir la minería ilegal que destruye el medio ambiente con técnicas mineras del siglo pasado, prerrevolución industrial.
Por ejemplo, el proyecto de oro de la empresa Manhattan en Tambo Grande fue detenido por una feroz campaña que, supuestamente, defendía el limón, el mango y el ceviche de la zona. La corporación internacional fue expulsada, sin embargo, los altos precios del oro (la onza supera los US $2,500) impulsaron a miles de mineros ilegales a desarrollar la actividad utilizando el mercurio. Así, el efecto final de la acción de las oenegés anticapitalistas ha sido la destrucción del medio ambiente. Hoy miles de mineros ilegales destruyen el medio ambiente, no pagan impuestos, no generan empleo formal y convocan al crimen organizado.
Algo parecido sucede en cualquier área donde se desarrolla minería ilegal. En la provincia de Pataz en La Libertad la alianza entre la minería ilegal y el crimen organizado ya ha dejado más de 10 trabajadores muertos, 24 heridos y 15 torres de alta tensión derribadas. Cada día se registran más volquetes con cargas de 30 toneladas que transportan el mineral ilegal que se extrae de las concesiones formales. El 2023 se contabilizaron 9,309 volquetes; sin embargo, hasta julio de este año ya suman 6,117 camiones.
En el corredor vial del sur, en donde se produce cerca del 40% del cobre nacional, igualmente se registran entre 100 y 150 volquetes diarios que transportan el mineral ilegal de las concesiones formales. Para entender la magnitud del problema: Las Bambas, una de las empresas más grandes de la zona, moviliza entre 75 y 125 volquetes diarios de acuerdo a la producción. Asimismo, la minería ilegal ha comenzado a aparecer en algunas zonas de Cajamarca, luego de haberse bloqueado el proyecto Conga y las minas vinculadas al cinturón de cobre del norte.
Es incuestionable que los relatos y narrativas que han bloqueado a la minería moderna, al margen de cualquier intención o voluntad, desencadenan el desarrollo de la minería ilegal y todas sus terribles consecuencias. Allí están los hechos irrefutables.
En este contexto, el Perú debe avanzar a discutir una nueva estrategia de formalización minera sobre la base de una nueva ley de pequeña minería y, en ese sentido, no se deben ampliar los plazos de formalización ante el Registro Integral de Formalización Minera (Reinfo) del sector Energía, que vencen en diciembre de este año. Ampliar estos plazos sería hacerse de la vista gorda frente al brutal avance de la minería ilegal.
Ahora bien, en la discusión de una nueva estrategia de formalización minera y de incorporación de la pequeña minería se debe evitar la demagogia y el populismo de las izquierdas. ¿A qué nos referimos? Siempre debemos partir de que una minería moderna solo preserva el medio ambiente y genera riqueza para las sociedades si logra convocar las tecnologías más avanzadas en la producción de los minerales y, por lo tanto, las técnicas y herramientas que mejor preservan el medio ambiente. Y, únicamente, esas condiciones tecnológicas en la explotación del mineral son posibles si se convoca capital intensivo, es decir, al gran capital.
En otras palabras, la minería moderna en el siglo XX se basa, principalmente, en la gran minería y su capacidad de atraer capital y tecnología. Sobre esa base se incorpora a la mediana y pequeña minería.
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