El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
Crítica a la última novela de Mario Vargas Llosa.
Cuando un escritor “consagrado” publica un nuevo libro, las primeras reseñas suelen ser sumamente elogiosas. Solo después de varias semanas, una vez que el libro ya es un bestseller, se comienza a reconocer que incluso los grandes autores pueden tener caídas; como sucedió con García Márquez y sus Memorias de mis putas tristes. Sin llegar a ese extremo, creemos que algo similar pasará con nuestro premio Nobel Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) y su nueva novela El héroe discreto (Alfaguara, 2013).
Como ya es su costumbre, MVLL narra paralelamente dos historias distintas, pero que tienen muchos elementos en común. En ambas se trata de prósperos empresarios (el piurano Felícito Yanaqué y el limeño Ismael Cabrera) quienes en su vejez se enamoran de mujeres muy jóvenes y tienen que soportar las agresiones de sus propios hijos, dos varones en ambos casos (todo es dual aquí). Las historias se complican (chantajes, secuestros, etc.) y tienen muchos giros sorpresivos, a la vez que van involucrando a más personajes, entre los que figuran algunos conocidos de otras novelas de MVLL, como Lituma y Don Rigoberto. En ese incesante crecimiento, las dos líneas narrativas finalmente se unen.
MVLL ha querido crear un laberinto de historias pequeñas (“Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo», reza el epígrafe), que muestren un cierto tipo de heroísmo cotidiano, dejando de lado lo épico y lo trágico. Y el heroísmo que mejor se adapta a su propuesta es el de los pequeños empresarios peruanos, los emprendedores, casi siempre cabezas de familia que en base al sacrificio y al trabajo arduo consiguen el éxito económico, y con ello conducen a sus hijos y parientes más cercanos al bienestar. ¿Contra quiénes luchan estos héroes discretos? Contra la ambición y las traiciones de sus propios hijos, como ya hemos señalado. Y en el calor de ese enfrentamiento pueden dejar la actitud digna y hasta caer en el envilecimiento, como en aquel duro diálogo de Felícito con su hijo.
Pero más que la paternidad, el tema de la novela es el enfrentamiento de dos generaciones de peruanos radicalmente diferentes. Por un lado está la generación de la escasez, la de Felícito e Ismael, quienes crecieron en un país sumido en la pobreza y el desorden. La otra generación es la de los hijos de los protagonistas, la generación de la “abundancia”, jóvenes que tuvieron siempre lo que a sus padres les faltó, y que en esta ficción parecen estar únicamente dedicados a los placeres más banales.
Precisamente el mayor problema de la novela es no tratar con igual seriedad y conocimiento a esas dos generaciones. Si bien MVLL logra darles consistencia y profundidad psicológica a sus protagonistas, no hace lo mismo con los antagonistas, descritos a partir de lugares comunes y estereotipos banales. El acertado retratista de la sociedad peruana de La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la Catedral, parece no tener suficiente empatía para comprender en profundidad el Perú de hoy. Por eso, aquí muchas veces se limita a la descripción de los aspectos más superficiales y efectistas. De ahí que El héroe discreto no solo no llega a estar a la altura de las novelas mencionadas, sino que debe ser uno de los puntos más bajos dentro de la notable trayectoria literaria de su autor.
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