El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
A diez años de la muerte de un gran genio del cine.
Hace exactamente diez años, el 1 de julio de 2004, murió uno de los actores más importantes del siglo XX. Fue nominado ocho veces al premio Oscar (lo ganó en dos de ellas) y protagonizó algunas de las películas que marcaron la historia del cine: Un tranvía llamado deseo (1951), El Padrino (1972), El último tango en París (1972) y Apocalipsis ahora (1979). Pero más que nada fue un rebelde en todos los aspectos de su vida, un genio que nunca aceptó el papel de estrella que le quiso imponer la industria cinematográfica norteamericana.
Rebelde con causa
Marlon Brando nació en Omaha (Nebraska) en 1924, y fue hijo de un productor autoritario y de una actriz bipolar. Desde joven destacó por su belleza física y su rebeldía: fue expulsado de varios colegios y, a los 17 años de edad, de la Academia Militar de Shattuck, por mal comportamiento. Entonces dejó el hogar y se fue a Nueva York a probar suerte y estudiar en el Actor’s Studio, famoso por su “método de acciones físicas”. A inicios de los años cuarenta comenzó a trabajar en obras de teatro, que le dieron prestigio como actor. Debutó en el cine en 1950, con la película The men, sobre un grupo de militares veteranos, lisiados en la guerra. Para prepararse para su papel, Brando pasó un mes en un hospital militar.
Los dorados años cincuenta
En los años cincuenta Brando fue considerado como el más talentoso actor de su generación y también el más prometedor actor de carácter. Así fue convocado a participar en las películas más importantes de esa década: Un tranvía llamado deseo, Julio César, El salvaje, ¡Viva Zapata!, Nido de ratas, El baile de los malditos, entre otras. Con ellas obtuvo cinco nominaciones al Oscar. En 1962, filmando la película Motín a bordo, se enamoró de una actriz tahitiana y se fue a vivir con ella, por casi diez años, en una pequeña isla (que él compró) de ese país.
Regreso con gloria
Después de ese semi-exilio (no dejó del todo de hacer películas), Brando volvería al estrellato, pero con un aspecto mucho más maduro y bastante subido de peso. Fueron dos las películas que lo convirtieron en todo un símbolo para una nueva generación de espectadores: El último tango en París y El Padrino, ambas estrenadas en 1972. Por la segunda le otorgaron el premio Oscar a mejor actor (por su papel de Vito Corleone); pero Brando, consecuente con su espíritu rebelde, se negó a recibirlo y envió en su lugar, a la ceremonia de premiación, a una actriz estadounidense de origen indio, quien protestó contra el trato que recibía su pueblo en las películas de Hollywood. Brando cerraría esa segunda década de esplendor con la película Apocalipsis ahora, una obra maestra que obtuvo seis candidaturas al Oscar (ganó dos) y la Palma de Oro del Festival de Cannes.
La decadencia
A partir de los años ochenta, una serie de tragedias familiares (incluido el suicidio de uno de sus hijos) fueron alejando a Brando de la actuación. Pero incluso en pequeños papeles siempre hizo notar su fuerte presencia escénica, como en las películas Cristóbal Colón: el descubrimiento (1992) y Don Juan de Marco (1995). Sus últimos años los pasó casi en un total aislamiento y en la pobreza; según algunos, viviendo pobremente de su seguro social.
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